miércoles, 29 de junio de 2022

Charles Reznikoff. 2 poemas traduccion Pablo Queralt.

 


Jesús en Babilonia parte 4 El pan se ha enmohecido

 

El pan se ha enmohecido

y los dátiles arrastrados por el viento;

el hielo se ha resbalado del mango.

La lana estaba teñida de rojo pero

el tintorero la tiñó de negro.

 

La muerta se ha olvidado su peine

y el tubo de pintura para los ojos.

El zapatero muerto ha olvidado su cuchillo

el carnicero muerto su helicóptero

y el carpintero muerto su azuela.

 

Se puede ahuyentar una cabra con un grito.

Pero ¿donde esta el hombre para gritar?

Los ladrillos se amontonan, los listones se recortan,

y las vigas están listas. Donde está el constructor? 

 

 

Ser enterrado en un sudario de lino

o en una estera de juncos-

pero donde están los muertos del Diluvio

y donde están los muertos de Nabucodonosor?

 

 

 

[His mother stepped about her kitchen ...]

BY CHARLES REZNIKOFF

His mother stepped about her kitchen, complaining in a low   

    voice;

all day his father sat stooped at a sewing machine.

When he went to high school Webber was in his class.

Webber lived in a neighborhood where the houses are set in

    lawns with trees beside the gutters.   

The boys who live there, after school, take their skates and

    hockey sticks and play in the streets until nightfall.

At twelve o’clock the boys ran out of school to a lunchroom

    around the corner.

First come, first served, and they ran as fast as they could.

Webber would run up beside him and knock him against the

    wall.

He tried not to mind and thought Webber would tire of it.   

One day he hit Webber’s side; his fist fell off Webber’s over-

    coat. Webber turned with a glad shout and punched him

    as he cowered.

His home was in a neighborhood of workingmen where there

    were few Jews.   

When he came home from school he walked as quickly as he could,

his head bowed and cap pulled low over his face.

Once, a few blocks from home, a tall lad stopped him.   

“Are you a Jew? I knock the block off every Jew I meet.”

    “No,” he answered.

“I think you’re a Jew. What’s your name?” He told him,

glad that his name was not markedly Jewish and yet foreign

    enough to answer for his looks.   

“Where do you live?” He told him and added, “Come around

    any old time and ask about me.” So he got away.

When he was through high school he worked in the civil

    service as a typist, taken on until a rush of business was

    over.

He took the test for a steady job, but his standing on the list

    was low,

unlikely to be reached for a long time, if ever before the new list.

Looking for work, he always came upon a group waiting for   

    the job.

He was short and weak-looking, and looked peevish. He could

    not get work for months.   

At last an old German storekeeper wanted to hire him and

    asked at what he had been working. He told him.

“It doesn’t pay me to break you in, if you are going to leave

    me. Have you taken another civil service test? Are you

    waiting for a new appointment?”

“No,” he answered.   

In a few months a letter came to his home from the civil

    service board, asking him to report for work as a typist, a

    permanent appointment.   

There was no hurry, but his father did not know and so

    brought the letter to the store.

 

There had been a boy in his class at school whose name was

    Kore.

Kore was short, too, but he had the chest of an old sailor and

    thick, bandy legs. He shouted when he spoke and was

    always laughing.

Kore moved into the block. With Kore he was not afraid to

    stand on the stoop after work or go walking anywhere.

Once they went to Coney Island and Kore wanted to go

    bathing. It was late at night and no one else was in.

They went along the beach until they came to the iron pier the

    steamboats dock at.   

Kore boasted that he would swim around the pier and slid

    away into the black water.

At last the people were gone. The booths were long darkened.   

He waited for Kore at the other side of the pier, watching the   

    empty waves come in.   

 

Su madre dio un paso por su cocina

 

Su madre caminó por la cocina quejándose

en voz baja;

su padre se pasaba todo el día sentado encorvado

frente a una máquina de coser.

Cuando él fue a la escuela secundaria

Weber estaba en su clase.

Weber vivía en un vecindario donde las casas están ubicadas

  en áreas de céspedes y árboles detrás de las cunetas.

Los chicos que viven allí, después de la escuela, toman sus skates y sus palos de jockey,

y juegan en la calle hasta que cae la noche.

A las doce en punto los chicos salieron corriendo de la escuela

 a un comedor a la vuelta de la esquina.

Primeros en llegar, primeros en ser atendidos y ellos corrieron tan rápido

  como pudieron.

Webber corría a su lado y lo golpeaba contra la pared.

Trató de no importarle y pensó que Webber se cansaría.

Un día golpeó el costado de Webber, su puño cayó

  en el saco de Webber.

Webber se volvió con un grito de alegría y le dio un puñetazo mientras él se encogía de miedo.

Su casa estaba en un barrio de gente trabajadora donde había unos pocos judíos.

Cuando llegó a su casa desde la escuela, caminó lo más rápido que pudo, su cabeza inclinada y la gorra caía sobre su rostro.

Una vez a cuadras de su casa, un muchacho alto lo paró.

Erés judío? Golpeo el bloque de cada judío que conozco.

No el respondió.

Yo creo que eres judío. Cuál es tu nombre?

Él le contó contento de que su nombre no fuera marcadamente judío, y sin embargo, suficiente extranjero para responder

    por su apariencia.  

Donde vives? Le dijo y agregó: Ven en cualquier momento y pregunta por mí. Así que se escapó.

Cuando estaba en la escuela secundaria trabajó en el servicio civil como mecanógrafo, tomado hasta que se produjo una oleada de negocios y quedó afuera.  

Dio un examen para un trabajo estable, pero su posición en la lista fue bajo, desafortunado para ser rico por largo tiempo alguna vez

    antes de la nueva lista.

Buscando trabajo siempre se encontraba con un grupo esperando trabajo.

Era bajo de aspecto débil y malhumorado. Él podría durante meses no conseguir trabajo.

Por fin un viejo tendero alemán quiso contratarlo y preguntó en que había estado trabajando. Él le contó.

A los pocos meses llegó a su casa una carta del personal civil de la junta de servicio pidiéndole que se presente a trabajar como mecanógrafo, en una cita permanente.

No tenía prisa pero su padre no lo sabía, así que trajo la carta a la tienda.

Había un chico en su clase en la escuela cuyo nombre era Kore.

Kore también era bajo pero tenía el pecho de un viejo marinero y piernas gruesas y onduladas. Gritó cuando habló estaba riendo.

  Kore entró en el bloque. Con Kore no tenía miedo de pararse en la escalinata después del trabajo o caminar a cualquier lugar.

Una vez que fueron a Coney island y Kore quería ir a bañarse. Era tarde en la noche y nadie más estaba.

Fueron a lo largo de la playa hasta que llegaron al muelle de hierro los botes a vapor atracan en él.

Kore se jactó que nadaría alrededor del muelle y se deslizó lejos en el agua negra.

Por fin la gente se había ido. Las cabinas se oscurecieron mucho. Esperó a Kore del otro lado del muelle observando entrar las olas vacías.

 

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