miércoles, 8 de junio de 2022

Romilio Ribero. Un mundo onîrico de magias, fantasmas y secretos. Por Pablo Queralt.

 


El alma que habita el revés de un cielo que muere de delicia invoca el conocer, esa sabiduría que permite no solo vivir sino transitar este espacio donde habitamos para librar los ojos de la niebla y oir cantar, ese es el canto del poeta Romilio Ribero. El misticismo que hay en su poética bañada de luz solar que habla a solas con la noche y todas las esencias, como un bebedor del canto oscuro de la noche. Se adentra en las cosas, los dioses, los elementos como dar vueltas como un mandala entre tierra y cielo, relata la naturaleza, los hechizos, la condición natural, humana, animal, vegetal, mineral, y sus secretos, en su sed devoradora como un tambor batiendo sobre los vastos campos. Árboles y frutos, cuerpos y tumbas, la vida con su paz y guerra. O el secreto saber sobre que pasa cuando la mujer esta poseída y no envejece, en su victoria de amor ritual, como reconoce cada reflejo del misterio, para desmentir el fraude de mente y corazón. Los que bailan en su nacimiento, aquellos que trajeron los números, las medidas, el amor y la ausencia, en sus estaciones inmortales. Sus reinos entre cielo y tierra, la fábula, la desdicha, las magias, las lunas con sus misteriosas influencias, trazan sus talismanes son su ayuda y escritura, trazan su plan, su espacio de revelación. Aquellas mujeres que aceptan la edad de la perduración donde el corazón prolonga su aventura, allá en la remota infancia. Es quien siente pasar sobre él una muerte llorosa, sin consuelo ni ramo. Se plantea por que tendré que envejecer, y ser este traje desgastado que refleja el espejo, un rostro de repudio, ajada carne, que engañadora fue la pasada belleza, se dice, como un eterno ritornelo, en una estructura sincrónica de asimilación. Se mueve en conformaciones maquínicas de intensidades delimitando dimensiones de lo finito y lo infinito. Que se ve por duplicado, triplicado, cercado por horizontes constantes de otros mundos. Es la abuela que no conocí, en cuyos parpados muere la lejanía, sentada amarillenta en el día de su boda así nos presenta a su familia. Lo siniestro de su ave feroz con sus veinte crímenes y diez abortos, crea el vértigo y frenesí de lo tenebroso cuál film de terror en una luminosidad Alfred Hitchcok. Leerlo es entrar a una habitación sombría, pasar las paginas como entre telarañas que caen a nuestro paso, y ponen ansiedad en el relato de la búsqueda, donde abuelas abandonan a sus abuelos en los parques públicos, para volver al geriátrico y unirse en el rezo. Es una constante progresión dramática, inusitada. O aquel familiar asesinado que se instala en la sala como quién llaga del campo, y no se da cuenta que fue expulsado de ese peligroso paraíso. Como quién va por dormitorios solitarios, y ha vivido de los peces para que le dieran sus ojos de luz, buscando conocer las posibilidades misteriosas del secreto, sin encontrar las llaves del mundo que pudieran abrirlo. Entre nudos de magia y hechicería su corazón pedazo de tierra que va a los funerales para heredar, quisiera ser parte de ellos, ve al mundo como una gran familia, que lo gradua de poeta.    

El que espía por la ventana a la caterva de invitados al festín como malignos ángeles, estos invitados oscuros, terribles jugando en el crepúsculo, como un extraño entre sueños, de madre, abuela, en una suerte hechicera.  Sus poemas son pócimas, elixir prohibido secretísimo. Los que duermen hasta la hora del amor, los que son perdonados por no poder vivir en poesía, y esa es su felicidad, entre espejos y calendarios completando un existir. Cada uno en su extraño reino, en su falla del espíritu. La ardorosa sustancia del oro observada por el ojo de un gato, es la curvatura del fuego iniciático.   

El que vive en un mar de corazón vacío como podría pensar en morir y renacer un día en su barrio de corazones. Allí se sitúa su posición de foco existencial. Su vida, sus fantasmas, sus misterios hacen el coctel, el brebaje de su vuelo existencial de página en página, abriendo el misterio, exponiéndolo. 

 

1 comentario:

  1. Pablo, ¿de qué libro de Romilio has sacado comentarios? Es bueno nombrar aquello que escribió un poeta y si se puede colocar aunque sea dos líneas de un poema. Gracias, Juan Maldonado

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