Ferreira Gullar. Poema sucio/en el vértigo del día.
Ver la vida desde las entrañas de un animal, gato, gallo, caballo, ahí
en una boca de tu cuerpo no como boca de palabras sino como una entrada. Y allí
nos invita Ferreira, a hacer girar la vida. En la profusión de las cosas
ocurridas, constelaciones del alfabeto, noches, confites, cumpleaños, domingos
de futbol, barajas, ruleta, corsos, mítines, entierros. Cuantas cosas se
pierden en la vida haciendo lo que uno no debiera hacer, sino vivir. Y quedan
en el huerto olvidado, con el resplandor del sol muriendo en nuestra ventana.
Consumiéndonos en colectivos, micros, trenes cuerpos con poca llama. Mi cuerpo
es mi tamaño en el mundo pero realmente lo que vale? Toda esa masa que se
reintegra y se desintegra en hidrógenos y helios, que hace que sin el no hay
Ferreira Gullar, asi de simple y muchas pequeñas cosas quedarían olvidadas para
siempre. Lo que hay que saber para poner límites a días de fronteras
impalpables, en un horizonte de trabajos infinitos. Y que en una noche hay
muchas noches igual que días, en el día de formas diferentes, asi las muchas
noches parecen una sola noche. Y a la noche como la luz es poca uno tiene la
impresión que el tiempo no pasa, y los esposos se aman sin hacer mucho alarde
para que los chicos no se despierten, como si el tiempo durante la noche se
aquietara y allí en la oscuridad también junto al cancel cuando la calentura es
mucha deciden casarse. Sensaciones vivas como cuando uno se despierta tarde y
ve todas las cosas funcionando. Asi territorializa sus campos imaginativos
coronando los universos del afuera con los internos, allí las almas se unifican
en el poema. En esa inmovilidad fantástica uno puede tener la idea que el
universo murió, es el resplandor del puño cerrado de la vida. Va con su máquina
sensible develando secretos y sus mundos, donde el tiempo no se diluye, ni
fluye, ni siquiera se deslice sino que se debate en su jaula de sombras. Se
hunde en su propio abismo, vértigo, tan sin velocidad que no se vuelve a la luz
sino a la oscuridad, pensada en una ciudad desdoblándose en callejuelas,
esquinas y cuestas donde muchos ojos humanos se apagaron antes de que
estuviesemos y alguna voz de algún blanco sonara en ese escenario. Las tardes
calientes respirando el hedor, ya nadie anda desnudo en este escenario que los
blancos hace años nos trajeron con la moral y las buenas costumbres además de
la sífilis, dice, y se perdió esa voluntad. Tampoco valió mantener analfabetas
a las mujeres y dopadas con emulsiones de castidad, la población creció tal vez
como no querían y creció festiva y sabiendo que solo vale la pena vivir para
asistir a los bares y arriesgar en la centena, en una ciudad donde la vida es
menos cada día sembrada de asfalto y contaminada. Eso es la ciudad con su gente
que no planta y come lo que compra y para comprar se vende. Asi enfrenta la
crisis del ser en la vida, la ciudad, estoico, heroico, hiperdinámico y de
veloces intervenciones entre las sombras de los que viven la vida de ellos y
ellos que viven su vida. Andando en taxi, mientras enterraban a Clarice, al
borde de la laguna hacia Botafogo descubre como las piedras y las nubes y los
árboles en el viento mostraban alegremente que no dependen de nosotros. Esa es
la voz, la de nadie, la del viento, el ventarrón, un soplo de aire como el día que
se hace. Es un hombre con un espejo hecho de un segundo esqueleto, el que le
revela los misterios, lo inacabado, lo que esta embuído en el cuerpo, lo que no
puede volverse hacia atrás, solo estar una imagen sin ruido, solo reflejar el
vuelo. Las bananas podridas en el almacén metida en la vida de la familia con
su suave de baño por las tres de la
tarde, esa suavidad de casa, de tarde que atraviesa para siempre una suavidad
de luz hiriendo la vida en el cuerpo de la gente. Es como un agua esmeralda
este conversar en versos que propone que murmura como el mar, es el mismo
estampido, el mismo grito, que nos toma de la cintura. El cosmos se hace
corporal
intensidades de conjuntos de
palabras, nexos que interactúan, seccionan, atraviesan como este mar con su
baño donde gravitan perfumes, futuros, nocturnos donde la tarde se pudre, hecha
carroña vegetal y se asienta la abeja y
la mosca y que tienen que ver con esta gente que trae en el cuerpo y hasta en
el nombre, quemados de pobreza vida que en la boca es risa y en la barriga
hambre, asi nos habla, este es su clamor. Su pregón. La poesía cuando llega no
respeta nada, relincha y solo después besa en los ojos a los que tienen sed de
felicidad y justicia.
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