viernes, 17 de agosto de 2018

                                                
                    TODAVÍA JUNTOS- Yves Bonnefoy- Traducción Pablo Queralt




                                                                 


                                                                   

                                                                              II



Copa de la confianza,
en forma de arcilla de los grandes vocablos,
nosotros sabemos bien
que esta forma es informe, pero que importa
amar nos prueba más. Yo había elegido
en la ilusión feliz de un primer día,
una piedra de safre. Oh mi amigo
mantengamos su hermoso nombre.
Tomo tu mano, este ritmo de la muñeca,
que es el río.




Y nuestras manos se buscan, se encuentran, se aman,
hemos dado forma a una nueva vida,
la copa solo nace de nuestras palmas
se rozan, se chocan, se superponen
en esta arcilla, el deseo, en el amor, ese voto.



Y entonces, en el hueco de arcilla, estos ojos nuevos,
esto fue, nosotros lo percibimos,
el mismo brillo que tuvimos,
que nos hubiera gustado ver bien temprano antes del amanecer,
debajo de la cima todavía indistinta
de nuestras montañas bajas: y aquellos aprestos  


silenciosos como el metal candente
de la inmensa dulzura que será el alba!
un árbol después otro árbol parecido
todavía negro, todavía crudo con esos signos
que ellos parecen dibujar en el fondo de la bruma
que un Dios indulgente concibió,
si perfecta era ella,
esta tierra para conciliar espíritu y vida.
Los anillos que nosotros no acariciamos en nuestros dedos
ese lugar es,
evidencia sin prueba, suficiente.



Esta era la realidad, en que nos desvanecíamos,
el error de esperar compartir
un día, su bajo empuje, invencible?
Esta pendiente azul hacia debajo de nuestro camino,
la barrera del silencio de la madera de nuestro umbral,
altos son los humos. Visible es el ser,
y el ser es quién reúne. O usted y usted,
vida nacida de nuestra vida,
me tiendes tus manos, que se juntan,
tus dedos son a la vez lo uno y lo múltiple,
tus palmas son el cielo y sus estrellas.
Eres también quién tiene el gran libro,
no eres quién lo hace nacer y eleva
páginas cargadas de signos, de su abismo
que es aquello que espera su nombre.



Yo recuerdo.
La noche había sido la tormenta hermosa
después, los cuerpos en desorden
la aquiescencia cómplice del sueño.
El día que el niño entró en la habitación.
La mañana, esto fue
la comprensión real de los frutos vistos en el sueño,
apaciguar la sed. Y que la luz
puede inmovilizarse, es la felicidad.
Yo recuerdo. Es este mi recuerdo?
O es la imaginación? Fácilmente transitable
la frontera incierta entre todo y nada.  



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