POEMAS PARA TRUPHEMUS- Yves Bonnefoy- Traducción Pablo Queralt
LA SALA, EL JARDÍN
I
Esta pieza
cerrada.
Desde antes
del tiempo. Los muebles, el sueño.
Se hablan en
voz baja. La luz
tiende una
mano a través de los cristales.
De un azul
extinto, el vaso
sobre la
mesa despierta.
Pintor, tu
eres el único que teniendo recuerdos,
puede entrar
hoy aquí.
Tu sabes quien
ha ordenado en lo eterno,
el desorden
de los trapos, recubriéndolos
de telas
donde se desvanecen las imágenes.
Entra,
alienta el
silencio que tu eres,
entra con
este rojo vinoso, este ocre amarillo
este azul de
otros años,
haz que ellos
tomen de la mano la luz
que los
guían! Ellos le muestran algunas flores
con oro de
hojas secas.
Tiene en su
dedo como su memoria este anillo.
Tu vas a
permanecer allí, hasta esta noche.
Es más,
pinta, que devuelva vida,
es dar
existencia, así impalpable,
casi invisible,
esta mano que en la oscuridad
toma la tuya.
II
Y habiendo
vivido, allá
cuando tu
vuelves a salir, que sea tu trabajo
mirar el
cielo por encima de los árboles,
desde las hojas,
verde oscuro. Desde este banco
en donde el
color se mezcla,
y el azul
oscuro acerca un poco de rosa.
Se trata de
la vida y de la muerte.
Y de uno que
venía, graciosamente,
a cierta
hora de la noche para leer,
una hora, en
este cómodo sillón, antes
que cese el
derecho a no inquietarse
por el paso
del tiempo.
Una hora,
casi una hora. Es como si
cualquier
cosa pueda ser un guante,
estaba caído
de rodillas. Y sin
soñarlo para
verlo, como si con una
mano, ella
había buscado distraídamente,
en el fresco
de la hierba.
Lo más
cercano
lo más
próximo. Lo más retirado
en el pasado
encantado el instante presente.
Esto se sabe
en el color, donde nada cesa.
III
Esa noche,
la luz
anidó en el
sueño y esa mañana
eso fue un
mundo, y hacia la noche
lo mismo ese
vestido atenuado con un poco de rosa,
esa mirada
que le pide a un jardín
que todavía demore
un poco al tiempo.
Pintura,
sillón vacío, libro que quedó abierto.
Bajo las
primeras gotas, amplias, calidas,
el color se
ilumina. Ella recoge
es un
guante, alguna cosa sobre la hierba crecida.
La hierba de
tu jardín, pintor, mi amigo.
Ella también
crece? Su verde inmenso
recubre el
mundo del que tu huyes?
Si, pero,
mira un animal ha dormido aquí,
la hierba
esta aplastada, ha dejado un hueco
es como un
signo, el signo es más
que lo que
se fue, que la vida
que pasa,
que la canción en la ruta
la tardanza de
la noche.
Detectado el
pincel en la sombra
de esta
hierba da a conocer con nosotros
el ser simple
de un signo:
este sueño,
no, este oro,
haciendo de
aquello que fue lo que quedó.