viernes, 1 de abril de 2022

Charles Reznikoff. Campo de siervos.

 

Campo de siervos 1703


 

Antes del amanecer el ministro se despertó 

por el sonido de las hachas

rompiendo puertas y ventanas.

Corrió hacia la puerta:

una veintena de indios con la cara pintada

estaban entrando en la casa

clamorosos.

 

Tres indios se apoderaron de él,

y lo ataron mientras estaba de pie con su pijamas,

y comenzaron a disparar a la casa entrando en cada habitación.

Mientras yacía, atado e indefenso pensó en su esposa

y niños-su esposa

había dado a luz solo unos días antes-  

y recordó el pasaje de Isaías

Iré a las puertas de la tumba

privado del resto de mis años”.

 

Los indios se habían llevado a dos de sus hijos a la puerta

y los mataron

asi como a la mujer negra

que ayudó a cuidarlos;

manteniéndolo atado con la cuerda alrededor de un brazo

lo dejaron ponerse la ropa con el otro  

y dejar que su esposa se vista también,  

así como sus hijos que habían quedado vivos.

 

 

Cuando el sol estaba a una hora alta

todos fueron sacados de la casa

para el viaje de trescientas millas a Quebec

nieve hasta las rodillas.

Muchas de las casas ahora estaban en llamas;

y al salir del pueblo vio su casa y su granero en llamas.

 

Al principio, al ministro no se le permitió hablar con ninguno

de sus compañeros cautivos 

mientras marchaban,

pero al segundo día tenía a otro indio para vigilarlo

y se le permitió hablar con su esposa cuando la alcanzó

y podría caminar con ella y ayudarla.

Ella le dijo que estaba perdiendo fuerzas

y que debían esperar para partir

y que esperaba que Dios lo mantuviera vivo

y a sus hijos todavía entre los vivos-

pero ni una palabra de queja

diciendo que era la voluntad de Dios.

 

 

 

Cuando llegaron a un pequeño río

los cautivos tuvieron que vadearlo

con el agua hasta las rodillas

en la corriente veloz.

Después tuvieron que subir una colina,

casi una montaña,

y la fuerza del ministro casi se había agotado

cuando llegó a la parte superior

pero no se le permitió sentarse

incluso sin carga de su mochila.

 

 

Le rogó al indio a cargo de él dejarlo bajar

y ayudar a su esposa

pero el hombre no se lo permitió;

y preguntó a cada uno de los cautivos al pasar sobre ella:

y escuchó al fin que al atravesar el río ella se cayó

y se zambulló de cabeza al agua

y después de eso al pie de la colina

el indio que la mantuvo cautiva

la mató

con un golpe de su hacha

y dejó el cuerpo como carne

para las aves y las bestias.

 

 

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