lunes, 17 de octubre de 2022

Loa materiales de George Oppen. Por Pablo Queralt.

 

George Oppen: Las cosas nos relatan.




 

El mundo de lo centrífugo y lo centrípeto en la poesía de George Oppen: el hombre no es el centro de todas las cosas sino que está en un mundo que no le pertenece, son las cosas, desde donde se habla, se piensa esta realidad, las que perseveran en su oficio, las que perduran y ven a los hombres pasar, nacer y morir. El aire como un niño se planta en esta atmosfera o el árbol que planeó como un constructor desparramar todas las hojas por las calles o el viento que sutil las lleva por doquier, es su forma de hablar, y percibir escenas donde las cosas se revelan, mitad-cosa, mitad-hombre se reparte el mundo esa máquina y su flujo se desliza en su poesía. El espacio y el tiempo son sus receptáculos, donde el hombre es un personaje más, el testigo o los materiales, las piedras, arboles, riachos, son ellos los testigos. A esas regiones nos refiere su mirada. Solo sobreviremos con una mente adecuada que conozca y comprenda, el territorio existencial la tierra natal, su efusión cósmica y el yo como una parte más del todo, del clan al cual pertenecemos, las cosas con nosotros y nosotros con las cosas. La búsqueda de la verdad, la felicidad, donde, en la brisa suave, en un discurso, en lo que resulta inexplicable en la relojería del mundo, es que el poeta no está seguro de las palabras, y allí toda una definición. La preponderancia de los objetos, allí nos volvemos el presente. Un instante iluminado que recuerdan los amantes en ese momento de luz de luna. Como los jóvenes que están decididos a ser hombres y toman cerveza, y asi siguen en el camino en la compañía del auto o en los destellos de una cuadra del rio Hudson, en ese espacio lugar de la mente y el ojo. El corazón late por estar entre estos edificios y sus calles, la ciudad esencial, la ciudad necesaria, en el sentido del orden y la amenaza, y los hogares, los envejecidos hogares. Un divagar un ver desde los objetos en una oscuridad contra la costa de la ciudad, los vestigios, la voz de los pájaros, y los nacidos de niñas, de esas niñas que dieron a luz, imaginando más allá del vidrio de sus ventanas.  

 

 

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