miércoles, 19 de octubre de 2022

Eduardo Espina. La imaginacion invisible. Por Pablo Queralt.

 


Eduardo Espina. Viendo pasar las palabras, la vida.

 

Espina ve las palabras y ve la vida su yo nace en su esencia literaria de escribiente en que la vida penetra en él o la ve pasar. Son sus versos sus poemas partes de un artefacto que reduce al todo, lo que ha sido siempre para una sola vez. Busca más allá de las respuestas que fallan, como si fuera la última vida de alguien. Lee el poema y ve el verso, que suscita la vida del poema como el que habla como el que se hace pasar, como alguno que en vez de escribir debiera estar jugando. Como quien sigue al cielo según la sombra del boomerang, como quien pasa la vida viendo salirle las palabras, hay en él otro adentros y otros afueras, donde llena los vacíos de campos incorporales extrayendo sentidos. Crea una nueva ternura, agrega una fisonomía a la mirada, un crear para que la vida sea lo menos parecido a una historia personal. En esa máquina estética se mueve en los tiempos que se inician a corto plazo, en modalidades de alteridad. Lo dicho cercado en su extrañeza, que pone su resorte de ser, una forma de estar en el mundo, captando lo singular, el detalle en lo general. Agrega la condición desconocida de oír, algo que tuerce la cintura de los sentidos, es otro minuto respirando hasta que las palabras dejen de ser. Busca el eco en las cosas que nunca cantan como el rockstart famoso al que todos saludan y ve a un muchacho solo y tímido al que va él a saludarlo, ese reconocimiento al otro esa alteridad en su poesía, estar en el otro, en lo otro. En una invisibilidad que abandona a quien vio, ese sitio donde la vida vino a nacer soltera, a bordo del olvido es su materia, la pone en brazos de otra suerte, donde nada muere mientras duerma en algo mejor, esa es su labor como en un mirar involuntario, nacido del ser, de la condición del ser. Pasando por cerrazones en lo más incierto, tiene su respuesta. Ese es su cromosoma genético energético que lo mantiene en alerta en vilo a ese silencio donde suelen estar los signos, cuerpo para pasar al conocimiento, camino del mensaje en albas de balcón que al viento vienen, un saber esperar donde el ser habla, y dice los más bellos versos que sirven para el amor y la muerte, haciendo lo que nunca llegaría adivinando, cautivando, la claridad que diga de comienzo todo es perfecto, la voz, la belleza siguiente. Las palabras sus belleza, sus parecidos, adivinarles sabores, su entrevero, sus trinos, son entes con vida propia. Y así las cosas por ellas son sonido, pensamiento, un sitio para ser pensadas, ideas para la música, hacen sentir la visión del sismo. Una escritura, una forma de ver el trasiego, el chispazo anterior a la perdida para que el morir sea señal de un nacimiento. La poesía como una forma de ser del presente para mirar el mar moverse de otra manera.         

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