Eduardo Espina. Viendo pasar las palabras, la vida.
Espina ve las palabras y ve la vida su yo nace en su esencia literaria
de escribiente en que la vida penetra en él o la ve pasar. Son sus versos sus
poemas partes de un artefacto que reduce al todo, lo que ha sido siempre para
una sola vez. Busca más allá de las respuestas que fallan, como si fuera la
última vida de alguien. Lee el poema y ve el verso, que suscita la vida del
poema como el que habla como el que se hace pasar, como alguno que en vez de escribir
debiera estar jugando. Como quien sigue al cielo según la sombra del boomerang,
como quien pasa la vida viendo salirle las palabras, hay en él otro adentros y
otros afueras, donde llena los vacíos de campos incorporales extrayendo
sentidos. Crea una nueva ternura, agrega una fisonomía a la mirada, un crear
para que la vida sea lo menos parecido a una historia personal. En esa máquina
estética se mueve en los tiempos que se inician a corto plazo, en modalidades
de alteridad. Lo dicho cercado en su extrañeza, que pone su resorte de ser, una
forma de estar en el mundo, captando lo singular, el detalle en lo general.
Agrega la condición desconocida de oír, algo que tuerce la cintura de los
sentidos, es otro minuto respirando hasta que las palabras dejen de ser. Busca
el eco en las cosas que nunca cantan como el rockstart famoso al que todos saludan
y ve a un muchacho solo y tímido al que va él a saludarlo, ese reconocimiento
al otro esa alteridad en su poesía, estar en el otro, en lo otro. En una
invisibilidad que abandona a quien vio, ese sitio donde la vida vino a nacer
soltera, a bordo del olvido es su materia, la pone en brazos de otra suerte,
donde nada muere mientras duerma en algo mejor, esa es su labor como en un
mirar involuntario, nacido del ser, de la condición del ser. Pasando por
cerrazones en lo más incierto, tiene su respuesta. Ese es su cromosoma genético
energético que lo mantiene en alerta en vilo a ese silencio donde suelen estar
los signos, cuerpo para pasar al conocimiento, camino del mensaje en albas de
balcón que al viento vienen, un saber esperar donde el ser habla, y dice los más
bellos versos que sirven para el amor y la muerte, haciendo lo que nunca
llegaría adivinando, cautivando, la claridad que diga de comienzo todo es
perfecto, la voz, la belleza siguiente. Las palabras sus belleza, sus
parecidos, adivinarles sabores, su entrevero, sus trinos, son entes con vida
propia. Y así las cosas por ellas son sonido, pensamiento, un sitio para ser
pensadas, ideas para la música, hacen sentir la visión del sismo. Una
escritura, una forma de ver el trasiego, el chispazo anterior a la perdida para
que el morir sea señal de un nacimiento. La poesía como una forma de ser del
presente para mirar el mar moverse de otra manera.
Muy buen análisis de la obra de Espina. Muchas gracias.
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