Consuelo
La niebla obstruye la luz del sol
Casas enanas ahumadas
Rodéame por todas partes;
Un vago abatimiento
Me pesa el alma.
Sin embargo mientras languidezco
En todas partes innumerables
Las perspectivas se despliegan solas
E innumerables seres
Pasan innumerables modos de ánimos.
Lejos de aquí en Asia
En los suaves techos de los conventos,
En las terrazas doradas,
De santa lasa,
Brillante brilla el sol.
Mármoles grises desgastados por el tiempo
Sostén de las musas puras
En su fresca galería
Por el Tiber amarillo
Todavía se ven juntos.
Extraño alboroto no amado
Chillidos alrededor de su portal
Sin embargo no en Helicón
Los mantuvo más despejados
Su noble calma.
A través de callejones a prueba del sol
En un solitario dobladillo de arena
Ciudad de África
Un mendigo ciego, guiado
Envejecido pide limosna.
Vientos de arena del Sahara
Ven sus agudos globos oculares
Gastado es el botín que ganó
Para él el presente
Sostiene solo el dolor.
Dos jóvenes y justos amantes
Donde el cálido viento de junio,
Fresco de los campos de verano,
Juega cariñosamente a su alrededor,
De pie, en trance de alegría.
Con dulces voces unidas
Y con los ojos llenos de lágrimas
Ah, gritan “destino
Prolonga el presente!
Tiempo quédate quieto!”
La diosa popa pronta
Sacude la cabeza, frunciendo el ceño;
El tiempo da su reloj de arena
Su debida reversión;
Su hora se ha ido.
Con indulgencia débil
La diosa justa
Alarga su felicidad
Ella alargó
También angustia en otra parte.
La hora cuyos felices
Momentos sin alear
Me eternizarían,
Diez mil dolientes
Bien contentos ven el final.
La hora sombría y severa,
Cuyos momentos severos
Yo aniquilaría
Es pasado por otros
En calor, luz, alegría.
Tiempo tan quejado
Que a ningún hombre
Muestra parcialidad,
Atrae a todos los hombres
Algunas horas sin atenuar.
Consolation
Mist clogs the sunshine.
Smoky dwarf houses
Hem me round everywhere;
A vague dejection
Weighs down my soul.
Yet, while I languish,
Everywhere countless
Prospects unroll themselves,
And countless beings
Pass countless moods.
Far hence, in Asia,
On the smooth convent-roofs,
On the gilt terraces,
Of holy Lassa,
Bright shines the sun.
Grey time-worn marbles
Hold the pure Muses;
In their cool gallery,
By yellow Tiber,
They still look fair.
Strange unloved uproar
Shrills round their portal;
Yet not on Helicon
Kept they more cloudless
Their noble calm.
Through sun-proof alleys
In a lone, sand-hemm'd
City of Africa,
A blind, led beggar,
Age-bow'd, asks alms.
No bolder robber
Erst abode ambush'd
Deep in the sandy waste;
No clearer eyesight
Spied prey afar.
Saharan sand-winds
Sear'd his keen eyeballs;
Spent is the spoil he won.
For him the present
Holds only pain.
Two young, fair lovers,
Where the warm June-wind,
Fresh from the summer fields
Plays fondly round them,
Stand, tranced in joy.
With sweet, join'd voices,
And with eyes brimming:
"Ah," they cry, "Destiny,
Prolong the present!
Time, stand still here!"
The prompt stern Goddess
Shakes her head, frowning;
Time gives his hour-glass
Its due reversal;
Their hour is gone.
With weak indulgence
Did the just Goddess
Lengthen their happiness,
She lengthen'd also
Distress elsewhere.
The hour, whose happy
Unalloy'd moments
I would eternalise,
Ten thousand mourners
Well pleased see end.
The bleak, stern hour,
Whose severe moments
I would annihilate,
Is pass'd by others
In warmth, light, joy.
Time, so complain'd of,
Who to no one man
Shows partiality,
Brings round to all men
Some undimm'd hours.
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