lunes, 1 de julio de 2024

La vida enterrada. Matthew Arnold. Traduccion Pablo Queralt.

 


La vida enterrada

 

La luz fluye, nuestra Guerra de palabras burlonas, y sin embargo

He de aquí, de lagrimas se humedecen mis ojos!

Siento una tristeza enorme sobre mi rodar.

Si, si sabemos que podemos bromear

Sabemos, sabemos que podemos sonreir!

Pero hay algo en este pecho

A lo que tus ligeras palabras no dan descanso

Y tus alegres sonrisas no son anodinas.

Dame tu mano y calla un rato,

Y vuelve esos ojos límpidos a los míos,

Y déjame leer allí, amor tu alma más límpida. 

Pobre de mi es incluso el amor demasiado débil

Para abrir el corazón y dejar que hable?

Son incluso los amantes impotentes para revelar

Que sienten los unos por los otros?

Sabia que la masa de hombres ocultaba

Sus pensamientos por temor a que si se revelaran  

Ellos serian cumplidos por otros hombres

Con indiferencia en blanco, o con culpa reprobada

Sabia que vivían y se mudaban

Engañados con disfraces ajenos al resto de los hombres

Y ajenos a si mismos y sin embargo

El mismo corazón en cada pecho!

 

Pero nosotros mi amor un hechizo entumecedor?

Nuestros corazones, nuestras voces? También nosotros debemos ser mudos?

 

Ay bien por nosotros, si aun nosotros

Incluso por un momento puede liberarse

Nuestro corazón y que nuestros labios se desencadenen;

Porque lo que los sella ha sido profundamente ordenado!

 

 

El destino, que previó

Que frívolo sería un hombre bebé

Por que distracciones sería poseído,

Como se entregaría a si mismo en cada lucha,

Y casi cambia su propia identidad

Que se mantenga alejado de su juego caprichoso

En su yo genuino, y lo fuerce a obedecer

Incluso en su propia ley a pesar de su ser,

Ordene a través de los profundos recovecos de nuestro pecho

El rio ignorado de nuestra vida

Siga con indiscernible flujo su camino

Y que no debemos ver

La corriente enterrada y parece

Ser remolino en libertad en la incertidumbre ciega

Aunque conduciendo con él eternamente.

 

 

Pero a menudo en las calles más concurridas del mundo,

Pero a menudo en el fragor de la contienda,

Surge un deseo indecible

Después del conocimiento de nuestra vida sepultada;

Una sed de gastar nuestro fuego y fuerza inquieta

Al rastrear nuestro curso verdadero y original,

Un anhelo de preguntar

En el misterio de este corazón que late

Tan salvaje, tan profundo en nosotros saber

De donde vienen nuestras vidas y adónde van

Y muchos hombres en sus propios pechos ahondan

Pero lo suficientemente profundo ay ninguno nunca minas.

Y hemos estado en muchas miles de líneas 

Y hemos mostrado en cada uno espíritu y poder

Pero apenas lo tenemos, por una pequeña hora

Hemos estado en nuestra propia línea hemos sido nosotros mismos

Apenas tenía habilidad para pronunciar uno de todos 

Los sentimientos sin nombre que recorren nuestro pecho

Pero siguen su curso para siempre sin expresión. 

Y durante mucho tiempo tratamos en vano de hablar y actuar

Nuestro yo oculto y lo que decimos y hacemos

Es elocuente esta bien pero no es verdad!

Y entonces ya no seremos atormentados

Con esfuerzo interior y demanda

De todas las mil nadas de la hora

Su poder estupefaciente

Ah si y nos adormecen a nuestra llamada!

Sin embargo de vez en cuando vaga y triste;

Desde la profundidad subterránea del alma hacia arriba

Como de una tierra infinitamente lejana

Vienen aires y ecos flotantes y transmiten

Una melancolía en todo nuestro día.

Solo –pero es raro-

Cuando una mano amada se pone en la nuestra

Cuando, hastiado por la prisa y el deslumbramiento

De las horas interminables

Nuestros ojos pueden leer claro en los ojos de otro,

Cuando nuestro oído ensordecido el mundo

Es acariciado por el tono de una voz amada

Un rayo se dispara hacia atrás en algún lugar de nuestro pecho

Y un pulso perdido de sentimiento se agita de nuevo

El ojo se hunde hacia adentro y el corazón yace claro

Y lo que queremos decir lo decimos y lo que querríamos lo sabemos.

Un hombre se da cuenta de un flujo de su vida,

Y oye su murmullo sinuoso, y él ve

Los prados donde planea el sol la brisa

 

 

Y llega una pausa en la carrera caliente

Donde siempre persigue

Esa sombra voladora y escurridiza, descansa.

Un aire de frescura juega en su rostro

Y una inusitada calma invade su pecho.

Luego cree que sabe

Las colinas donde se elevó su vida,

Y el mar por donde va.

 

 

 

 

The Buried Life

BY MATTHEW ARNOLD

Light flows our war of mocking words, and yet,

Behold, with tears mine eyes are wet!

I feel a nameless sadness o'er me roll.

Yes, yes, we know that we can jest,

We know, we know that we can smile!

But there's a something in this breast,

To which thy light words bring no rest,

And thy gay smiles no anodyne.

Give me thy hand, and hush awhile,

And turn those limpid eyes on mine,

And let me read there, love! thy inmost soul.

 

Alas! is even love too weak

To unlock the heart, and let it speak?

Are even lovers powerless to reveal

To one another what indeed they feel?

I knew the mass of men conceal'd

Their thoughts, for fear that if reveal'd

They would by other men be met

With blank indifference, or with blame reproved;

I knew they lived and moved

Trick'd in disguises, alien to the rest

Of men, and alien to themselves—and yet

The same heart beats in every human breast!

 

But we, my love!—doth a like spell benumb

Our hearts, our voices?—must we too be dumb?

 

Ah! well for us, if even we,

Even for a moment, can get free

Our heart, and have our lips unchain'd;

For that which seals them hath been deep-ordain'd!

 

Fate, which foresaw

How frivolous a baby man would be—

By what distractions he would be possess'd,

How he would pour himself in every strife,

And well-nigh change his own identity—

That it might keep from his capricious play

His genuine self, and force him to obey

Even in his own despite his being's law,

Bade through the deep recesses of our breast

The unregarded river of our life

Pursue with indiscernible flow its way;

And that we should not see

The buried stream, and seem to be

Eddying at large in blind uncertainty,

Though driving on with it eternally.

 

But often, in the world's most crowded streets,

But often, in the din of strife,

There rises an unspeakable desire

After the knowledge of our buried life;

A thirst to spend our fire and restless force

In tracking out our true, original course;

A longing to inquire

Into the mystery of this heart which beats

So wild, so deep in us—to know

Whence our lives come and where they go.

And many a man in his own breast then delves,

But deep enough, alas! none ever mines.

And we have been on many thousand lines,

And we have shown, on each, spirit and power;

But hardly have we, for one little hour,

Been on our own line, have we been ourselves—

Hardly had skill to utter one of all

The nameless feelings that course through our breast,

But they course on for ever unexpress'd.

And long we try in vain to speak and act

Our hidden self, and what we say and do

Is eloquent, is well—but 't is not true!

And then we will no more be rack'd

With inward striving, and demand

Of all the thousand nothings of the hour

Their stupefying power;

Ah yes, and they benumb us at our call!

Yet still, from time to time, vague and forlorn,

From the soul's subterranean depth upborne

As from an infinitely distant land,

Come airs, and floating echoes, and convey

A melancholy into all our day.

Only—but this is rare—

When a belovèd hand is laid in ours,

When, jaded with the rush and glare

Of the interminable hours,

Our eyes can in another's eyes read clear,

When our world-deafen'd ear

Is by the tones of a loved voice caress'd—

A bolt is shot back somewhere in our breast,

And a lost pulse of feeling stirs again.

The eye sinks inward, and the heart lies plain,

And what we mean, we say, and what we would, we know.

A man becomes aware of his life's flow,

And hears its winding murmur; and he sees

The meadows where it glides, the sun, the breeze.

 

And there arrives a lull in the hot race

Wherein he doth for ever chase

That flying and elusive shadow, rest.

An air of coolness plays upon his face,

And an unwonted calm pervades his breast.

And then he thinks he knows

The hills where his life rose,

And the sea where it goes.

 

 

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