Oficio. Nini Bernardello.
Desde una mirada de ojos niños Nini nos cuenta la vida, el color de la inteligente inocencia de la adultez marcando el ritmo de las cosas en este mundo, su mundo, el mar en su cabeza, el ardor del amor, las palabras que ponen lectura al caos del vivir. Ese su oficio, vivir y contar, sin renunciar a la picardía del juego que sabe a que se juega, un descubrir en las acciones un flujo que mantiene constante el interés por todo, como un río que puede ser el Cosquín o el Eúfrates y un ruido eterno de su voz contando lo que hay que contar. El fuego, el aire, la voz, poemas largos, cortos con paráfrasis y entonaciones de ritmo, una respiración para cada acto. Pareciera reírse al contarlo como la Marshal al teléfono en su actuación que es su vida en la vida. Cesare Pavese diría el oficio del poeta, el oficio de vivir. Hacer carne a fuerza de repetición, prueba, ensayo y error, el éxito de la experiencia en la materia de la que se ocupa. Yo diría es una poeta femenina con todo lo atribuible a su género, su hermosura, su rigurosidad, su mirada. En su poesía hay cierto magnetismo, uno no puede dejar el poema y sigue de uno en otro como un continuo, un escuchar pasando por distintas densidades, campos de la memoria y actualidad como 2 vidas, 2 paralelas que se aman aunque nunca se tocan, aman ese espacio entre ellas donde Nini hace el poema. Sus palabras levantan el vuelo de la esencia que va en lo que se cuenta, se dice, que aunque se hable de otro, más dice de uno que del otro.
Ese saber que nos da con su sol
y su sombra el trazo el puente de luz, un incendiar como olvidarse de todo para
perder todo registro de ficción, entonces el escenario cambia, las nubes, el
sol para en lo impalpable de la oscuridad sin poder avanzar ser reemplazada por
otra, ese el rito, la voz común. Esa rara habilidad para entrar y salir de esa
biosfera de la acción y el cambio, como impreso en la fotografía la mirada fija
y el pensamiento congelado, sale a andar en la, el movimiento de la película
ser. Lo real aparece más allá del humo y el deseo, la verdad aquieta, calma.
Descubridora de canciones heridas, todo toca su sangre, en sueños incontables
de tensión amorosa, envuelta como recién bañada. La poeta que conoce todos los
tonos, con un oído caudaloso para reescribir, copiar hasta quitarles partes y
transformar las escrituras hasta realizar una copia que no deje vestigio del
original, ut supra Poética II. La que desveló su vida, única criatura, la que
trajo a su sueño un color de meditación y de misterio, una felicidad que tocaba.
O cuando después de un día de deseo insoportable, agitados dedos fueron verga y
velamen de una barca estremecida, así su pasión agita y dibuja su mundo, aunque
fuera la única literatura posible, que solo el dulce corazón de la hembra
guarda. Pasión de días aquellos que vuelven enamorándola, enamorándola. Dice la
canción: amor no es literatura si no se puede escribir en la piel. La que, si
no escribe seguirá viviendo entre penumbras de cuarto en cuarto, sin palabra
que consuele, entonces como ardera el corazón? Al fin nos dice esta Catita
postmo: escribir, tal vez sea dibujar un movimiento en vaivén de perpetua
oscilación sobre el vacío, cuidar la vida de la llama. Los recuerdos encendidos
que no aroman sino queman de aquel hogar sus días, su amor enrarecido. Nini una
magia que doblega fantasmas, la vagabunda del mundo lanzando versiones,
verdades, que huye desatando corazones y le pide al universo: aves del paraíso
dadme lo que me corresponde y se dice bebí todo el elixir de golpe o elixir y
veneno al mismo tiempo.
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