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martes, 29 de marzo de 2022
Louise Gluck por Pablo Queralt.
Louise Gluck.
Desde que voz nos habla Louise Gluck, no sé no lo puedo dilucidar, pero si es que nos habla desde una boca cuya lengua desconocemos que nos brinda claves, sintagmas de vida. Sus preguntas que son respuestas severas como ese verso de su poema “Atrapada en la tierra no quisieras ganarte un cielo”, en esa tierra donde no pertenece y no sabe cuantos veranos durará allí, en ese juego de luz y oscuridad como atenta a una señal, de la que no esta atada a la tierra, que sabe que esta de paso en su periplo sabiendo lo necesario y esa mentira para apaciguarse. La que no necesita protección fuera de sí, porque después de ocurrirle todo le ocurrió el vacío y allí se encontró con su saber con sí misma. Juega en ese tandem naturaleza- maquinaria dando nombre a lo real- el viento- y lo irreal- lo que la mente quiere en su brillar, siendo almas parlantes en vez de ser almas inmensas con lo provisto. Planificando sus vidas mirando para abajo sin ver escuchando el sonido de su voz sin imaginar que nunca fuera propia un eco que dice adiós, el llamado de un pájaro, el grito humano que en el otro mundo jamás escucharás. En el ámbito de la naturaleza la voz, la respiración la brisa de la tarde, los veranos, todo eso que ayuda a aliviar el dolor. La construcción del jardín y que todo puede perderse en el aire perfumado de un mar de amapolas. Nada importa si en ese espacio tan vivido liberando su esplendor alcanza la eternidad. Conocedora del sonido que emite el temor, la alegría, para aprender a amar la oscuridad y el silencio, para saber cuál es la felicidad para uno. Una eterna enamorada esa es la razón de su escritura, buscar esa luz o la sombra que hay detrás de ella. Quería solo quedarse quieta en un mundo que jamás ha estado en el instante previo a que todo es pasado. Pone en movimiento formaciones de sentido atadas siempre a la raíz de un mundo. Lo que dicen las lagrimas, sabe del anhelo, de la gracia de asomarse al ventanal y ver en una pequeña flor azul una estrella en un nunca abandonar el mundo, que en el fondo es el todo lo que va por debajo de la escena del vivir. Y las cosas que no pueden moverse aprenden a mirar, todo tiene su función, su mundo, su aprendizaje. Hacer las cosas como si nadie las hubiera hecho antes y permanecer en las cosas, dejar un paso, una seña. Igualando velocidades del acto y de la comprensión, en horizontes constantes infinitizando mundos. En intensidades existenciales transita la biosfera y mecanosfera del planeta. Nunca se pregunta donde esta a veces trabaja a su lado otras lo mira desde el portal, pero siempre es recorrido por su luz brillante que la atraviesa como al árbol desnudo. Porque después de ocurrirle todo le ocurrió el vacío y allí el limite no necesita liberarse en otro cuerpo ya que no necesita protección fuera de sí, de quién ama y por eso libera al amado porque ya lo ama y esta dentro de sí.
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