martes, 29 de marzo de 2022

Bolaño poeta.Por Pablo Queralt.

Bolaño poeta. Los buenos poetas aman el cine pero también el teatro, las artes pláticas, o un brillante claro día más allá de lo que otras gentes perciben, esa ópera les es dada. Bolaño construyó su propia universidad móvil que es esa formación de una universidad desconocida que guía los pasos de todo escritor. Sus poemas novelados son narrados poéticos de quién escribe bajo un puente viendo la lluvia hasta con su hijo en sus rodillas siempre escribe hasta que el infierno se lo lleve, según dice, llueve espero que desaparezca la angustia, poniendo todo de mi parte, en su novela-nieve. La simultaneidad más allá del horizonte atravesando edificios, suburbios, de quién contempla todo ese movimiento tomando café mientras otras familias toman café también en sus casas y lo que ve es esa neblina transparente que sale de sus ojos, recreando un mundo una visión. Como que las esferas de la exterioridad no estuvieran separadas de lo interior y en esa continuidad su relato, poesía, charla- canción- susurro va en su misterio fusional. Los campos inmateriales territorializados van en la propia mudez que rodea su escritura por dormitorios donde todo es femenino, escribe, habla con ese tono tan particular de articular palabras unas con otras, adjetivar lo inesperado, detalles que disparan dardos al sensorio donde el espacio-tiempo nunca son y hacen su aquelarre como pianos abstractos que atraen al silencio. Nadar en la cursilería es su Disneylandia favorita ya que todo esta dicho pide permiso para añadir detalles, sus detalles. Que él aporta de verso a verso como quién quema todas las velas para lograrlo. La decoración oral o retorno al seno maternote una madre no imaginada ni real sino fantasma como mito o universo que lo sigue en un ritornelo eterno del boca a pecho. Muchachas que se desnudan en cuartos entre cortinas extrañas con sus ligas, medias, portaligas, y él que todavía no abandona la poesía con su ligue callejero, ella dice metemelo despacio o lo que dice la otra niña que habla en latín o la otra niña silenciosa mientras su escritura sigue en cadencia humo-niebla, Coltrane, Migus, y fuma y fuma toda esa atmosfera y sus compras en el mercado, sus botellas, sus pescados, su pan, sus papas, hará luego el consomé y pensará en esa muchacha rubia hasta quedar dormido y soñar. Escribir es bucear en las mujeres que amó, las que deseó y no pudo, también los estados de las cosas que se complejizan por su movimiento y ya no volverán a ser como antes, por arte de lo gratuito como perder el pelo, los dientes, ese devenir que decanta de causa efecto, rimadas en un juego infantil con mirada de detective, esa es su canción, un susurro creíble en medio del silencio dormido sobre la mesa donde se dice poeta demasiado tarde, aunque no tal vez lo era sin saberlo. Solo quedaran frases a través de los años de todo esto. Como el buen cocinero es el poeta que elige sus buenas palabras simples y sencillas pero construyendo atardeceres, neblinas, conversaciones con Platón, espacios que son paradoja como esta discoteca de la muerte donde apenas es un robot. Hila versos insólitos con los labios partidos por el viento para tratar de soñar en ellos más allá de la Lepra mundana para ser feliz y hacer felices a quines lo lean como una bítacora de viaje de un viaje que nunca terminará, feliz en una realidad de ojos de mosca helada queriendo saber que se siente. Estos son sus aromas, sus formas, su idioma que se clava con fuerza, sus horas en blanco y negro como quién mira una palabra sin tocarla, como 2 películas sobrepuestas, como 2 cines que se abaten en el vacío que intenta llenar. Esa charla constante con el lector interpela, cuenta, da su nota, su clave en la fealdad del viento que da sed, son sus modalidades performanciales que tienden a crear un nuevo gusto por la vida, una nueva ternura entre los sexos. En olas de provincia adormecedoras, toda esa inquietud de una escritura que desarrolla en un dámelo todo en plegarias que musitan antes de escribir poemas o antes de dar exámenes en la facu, como esas chicas de 23 que van después de hacer el amor, coger y coger toda la noche con toda esa juventud, esas son sus niñas de Dickens. Tal vez un vigilante nocturno de un cine de provincia Lovecraft? cuando la película está por terminar y encienden las luces y él empieza a leer el libro o a escribirlo. .

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