viernes, 16 de febrero de 2024

Anne Michaels. Un ir hacia la infancia. Por Pablo Queralt.

 

Anne Michaels

 

 



Somos buceadores del alma del ser que anida una vez que amamos como si también hubiéramos elegido el dolor, un viaje por el tiempo como si nos lavaramos, como una canción. Captar el reflejo visible del instante con la cámara del ojo mas alla de las partículas del aire, de la niebla, con nuestro blanco aliento en la oscuridad, esa es la escritura el tono de Anne Michaels, fotografiando sentimientos repentinos en la oscuridad del amor, de una oscuridad que es a su vez esperanza.

Para ella el cuerpo es una especie de palacio donde juega la memoria con sus signos, marcas que ensayan un ritual de lo abarcado, lo retenido y lo que paso de largo, con sus fotogramas incorporales llenando campos de voluntad y capacidad intuitiva de lo que fue y será para siempre nuestra identidad, un saber que no tiene precio. Como olas de lo imposible de registrar marcando una composición de ritmos y contraposiciones de bordes de mundo con su mar de insistencias. Un saber donde se oculta la verdad que solo en la soledad del deseo puede descubrir su melodía. Un compas interior que marca la palabra en el mar de escritura, maquina y flujo de un tiempo y un espacio que nunca es neutro con sus líneas de sentido que se expanden se absorben y se digieren. Todo cae por su peso. En el corazón de cada cosa como virtualidades enunciativas que son nuevas formas de ver y de ser. Historias tristes vestidas de elegancia haciendo de lo que no servía un objeto distinto.  

Un barrido por las palabras que no olvidan su destino, en un fuera de alcance entre un hemisferio y otro. 





La destreza del relojero engarzando lo no visible: esa concentración de amor, un residuo azul que se pega como un olor es la pregnancia de cada poema-texto confesión en la espesa oscuridad, en el silencio del río, la invisibilidad que inclina la rama, que es lo que sienten los pasajeros cuando el ascensor cae al vacío, esa necesidad de saber. La sangre fría del rio moviéndose lenta en cada zancada cuando los muslos entran en el calor del movimiento y el amor marca el camino. Esa rima interna que bipolariza encontrando la mentira ideal o el influjo de lo que esta por encima de lo material, lo que ya no cierra en el mito como un aurea modelizante de una realidad en otra realidad. Una maquina estética moviendo planos incorporales, un intervalo entre espíritu y materia en palabras que son actos de una memoria familiar, con sus piezas en fuga, ora mas cerca ora mas distantes. Como quien utiliza el pasado como un personaje que rema hacia adelante cruzando la frontera. Un ir hacia la infancia con instantes colmados de recuerdos. Hacer un presente placentero del pasado”un instante que es todos los instantes”, una nostalgia “donde quiera que lloremos, estamos lejos de casa”.   

  

 

 

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