martes, 6 de junio de 2023

4 poemas de Yves Bonnefoy de su libro Ensemble encore, ultimo libro antes de su muerte. Traduccion Pablo Queralt.


 


                           LA SALA, EL JARDÍN

 

 

                                               I

 

 

Esta pieza cerrada.

Desde antes del tiempo. Los muebles, el sueño.

Se hablan en voz baja. La luz

tiende una mano a través de los cristales.

De un azul extinto, el vaso

sobre la mesa despierta.

 

Pintor, tu eres el único que teniendo recuerdos,

puede entrar hoy aquí.

Tu sabes quien ha ordenado en lo eterno,

el desorden de los trapos, recubriéndolos

de telas donde se desvanecen las imágenes.

 

Entra,

alienta el silencio que tu eres,

entra con este rojo vinoso, este ocre amarillo

este azul de otros años,

haz que ellos tomen de la mano la luz

que los guían! Ellos le muestran algunas flores

con oro de hojas secas.

Tiene en su dedo como su memoria este anillo.

 

Tu vas a permanecer allí, hasta esta noche.

Es más, pinta, que devuelva vida,

es dar existencia, así impalpable,

casi invisible, esta mano que en la oscuridad

toma la tuya.


 

 

 

                                                       II

 

 

 

 

Y habiendo vivido, allá

cuando tu vuelves a salir, que sea tu trabajo

mirar el cielo por encima de los árboles,

desde las hojas, verde oscuro. Desde este banco

en donde el color se mezcla,

y el azul oscuro acerca un poco de rosa.

 

 

Se trata de la vida y de la muerte.

Y de uno que venía, graciosamente,

a cierta hora de la noche para leer,

una hora, en este cómodo sillón, antes

que cese el derecho a no inquietarse

por el paso del tiempo.

 

 

Una hora, casi una hora. Es como si

cualquier cosa pueda ser un guante,

estaba caído de rodillas. Y sin

soñarlo para verlo, como si con una

mano, ella había buscado distraídamente,

en el fresco de la hierba.

 

 

Lo más cercano

lo más próximo. Lo más retirado 

en el pasado encantado el instante presente.

Esto se sabe en el color, donde nada cesa.

 

 

 

 

 

 

 

                                   III

 

 

 

 

 

Esa noche, la luz

anidó en el sueño y esa mañana

eso fue un mundo, y hacia la noche

lo mismo ese vestido atenuado con un poco de rosa,

esa mirada que le pide a un jardín

que todavía demore un poco al tiempo.

 

 

Pintura, sillón vacío, libro que quedó abierto.

Bajo las primeras gotas, amplias, calidas,

el color se ilumina. Ella recoge

es un guante, alguna cosa sobre la hierba crecida.

 

 

La hierba de tu jardín, pintor, mi amigo.

Ella también crece? Su verde inmenso

recubre el mundo del que tu huyes?

Si, pero, mira un animal ha dormido aquí,

la hierba esta aplastada, ha dejado un hueco

es como un signo, el signo es más

que lo que se fue, que la vida

que pasa, que la canción en la ruta

la tardanza de la noche.

 

 

Detectado el pincel en la sombra

de esta hierba da a conocer con nosotros

el ser simple de un signo:

este sueño, no, este oro,

haciendo de aquello que fue lo que quedó.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                                    UN CAFE

 

 

 

Ese hombre y esa mujer,

su largo silencio inquieta la luz,

el viento sobre sus manos, que están inmóviles.

Pintor, anima sus dedos

con un poco de color claro. Que sea

ya como un resto de día en la noche que cae.

 

 

Y uno, luego,  

se moverá y temblará. La mesa

es el ángulo, justo debajo de las ventanas

por las cuales son visibles los altos

del cielo de la noche.

 

 

Esos cristales? No un prisma. Y su rayo

que busca en la penumbra

de la habitación.

Aquí nada más que el mundo. Allá, afuera el exterior,

la esperanza que vuelve

fatigada por su larga jornada,

por cualquier lugar de la ciudad.

 

 

Ah, mis amigos

pasen, todo es un río. Como aprender

a vivir, es decir a morir? Un poco de tiempo

para eso cuando el café esta cerrado.

Tantos malentendidos! Pero sobre el lienzo

que parece inacabado, estos vasos vacíos

pero que brillan, un poco. Esto puede ser el anillo,

de dos vidas que se fusionan.

 

 

 

 

 

 


                                           LOS CUADROS

 

 

 

Pero si son ustedes, colores, eres tu luz

ustedes son cuando él abre los ojos

delante del día. Ustedes estaban de vigilia

cerca de él durante la noche toda la noche

 

y removían las manos en esa agua, el sueño

que eran las olas, que se escuchaban

los círculos de un secreto, que ustedes

sus próximos, presentían en él y estaban

haciendo suyos.

 

La tierra es solo lo excedente del sueño,

una vestimenta que se mueve en el cuerpo

de aquello que tiene bello perecer,

que nunca cesa.

 

Misteriosos estos pliegues. Eso que ellos tenían.

Es el sol de la noche detrás

de esos árboles  

es la almendra de lo invisible que se abría.

 

 

 

 

 

 

 

 

                                    DE OTROS CUADROS

 

 

 

Una última vez, la habitación, el jardín.

Un poco del día se desliza sobre la alcoba.

El color, ese coraje de sobrevivientes,

puede revivir lo que ya no es?

 

 

Por otra parte en esos cuadros que no existen  más,

un árbol crece entre dos cuerpos

que el pintor quería casi confundido.

Un árbol, no, varios, toda una tierra.

 

Y en ellos, esos colores: que nosotros enseñamos

que la vida no sabe nada de mundos peligrosos.

Que ella planeaba por arriba, que ella protegía

todo lo que nosotros amamos y que nos ama.

 

Azul, dice el rojo sombrío, ven cerca de mí.

Inhalemos para imitar la vida.

No, para que ella renazca de nuestras cenizas

y que la luz sea hija de nosotros.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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