Mary Jo Bang. Extrañas criaturas cantarían
canciones. Por Pablo Queralt.
La metáfora es la infancia siempre hacia allí
nos remitimos, son nuestras primeras impresiones. El canto de esas criaturas
que cuanto más nos alejamos nos son más extrañas o son nosotros mismos. Mira
por la oscuridad cada sonido es un pensamiento golpeado por el hacha que
derrumba el bosque. Para que se vea aquello primero que nos alucinó, iluminó.
Un mundo hecho de almuerzos, cenas, de década en década, un pasar, viendo una
película, esa batalla eterna de los lunes, martes ect ect. Imágenes apiladas
donde ver los detalles de una vida y no hacer como si. Así abrir el corazón y
dejar que el tonto ignorante se vaya. Ya el romance no será un juego para
tontos al que nunca jugaste. Donde el corazón domina a la cabeza en todo lo que
ve forzando un abismo creciente de estar enamorado, ese es el mar. Obertura?
Preludio? Todo es una historia de amor y poder. Esa patria habita Mary Jo. Y si
no tenemos más nada para hacer, no dejemos que el día se acabe entremos en sus
versos, sus palabras algo nuevo vendrá hacia nosotros. Todavía hay muchas
maravillas nos dice. Es su club sumergido en la oscuridad absoluta donde se
huye o se busca poder decir la verdad, te amo, no te amo, como viviremos, y que
haremos un final de palabras sin peso. Y la cama puede ser una autopista en una
vida de camionero o simplemente volver a casa, escribir un guión de fotografías
hermosas que están en la mente traduciendo la oscuridad en una ausencia
lacerante. O llamar de noche al mono haber si había trepado a la palmera.
Abrazarlo y llorar juntos. Esas pesadillas como la muerte que avanza en la
imposibilidad física de la muerte en la mente de alguien vivo. Escenas que
progresan, vividas, formadas por subducción en la nada que no se puede ver.
Crear un estado de naturaleza, para achicar el pánico, que la vida fuera más
fácil. Estamos volando a ciegas, estamos asustados, dice por que sabemos que
una imagen nunca puede acostarse con el objeto que representa, ese sexo no
puede ser divertido, no al menos en el arte. La vida es una burla, a simple
vista somos humanos, lo humano y lo sensible, personajes jugando su juego,
resbalando el pasado, la ficción se mueve desde la observación haciendo
conciencia. El pie avanza, si, sin embargo hay raíces. Una narrativa poética
devorando escenas, un tiro al blanco, constituyendo un territorio existencial, un
bestiario de una poesía bestial de los pinguinos, elefantitos, pájaros que
comerán cualquier cosa, el tractor anaranjado, el mantel de vinilo, las sillas,
todo dando máquina a un flujo mitad-animal, mitad-hombre, mitad-objeto,
constituyendo un territorio existencial. Los ojos se animalizan, son bestiales
formas de captar la historia hacer la crónica, el izquierdo más preciso que el
derecho, se personalizan, adquieren esas dimensiones. El terror al próximo paso, un avanzar en el
susurro, el altavoz, cuyo punto de inflexión es la adquisición de conciencia
donde ya el reloj no avanza en un solo sentido, del que todo lo ha tocado, y es
el viaje al fuera de tiempo-espacio, lo
brillante de la noche la distancia. Hacia allá vamos buscando su partitura en
el fondo de esa profundidad sin fondo. El yo que une a uno mismo? Eso es vivir?
Hacer conciencia y que no sea tarde para que nos demos cuenta, de lo que podría
haber sido una casa.
El claroscuro del pinguino. Mary Jo Bang. kriller71ediciones. Traducción Patricio Grinberg y Aníbal Cristobo.
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