PERAMBULANS IN NOCTEM.Y Bonnefoy. Traducción Pablo Queralt.
En la primera casa, estuvo esa copa posada allá
abajo, fuera del tiempo, esos años bajo el cielo de entonces, todo tan rápido.
Elevándose en montañas de humo de diversos colores que se disipan en la
indiferencia de la luz. Tomo la copa con ambas manos, esos grandes muros
gruesos, este río oscuro a lo lejos, estos caminos tortuosos en el cauce, yo la
llevo, en esta noche, todavía de verano. Yo la voy a depositar a los pies de
los dioses sonrientes, ellos mismos de piedra esperan arrodillados debajo de
los álamos de la ribera?
No, yo voy allí con ella, esta oscuro, el sueño
aflora, los álamos se diluyen, se decoloran, toqué con mis labios el brebaje
que transporto, incluso lo bebí, vagué, y ahora son laderas cubiertas de hierba
donde pastan los animales, donde el sol va a tocar el horizonte. Ya el pastor
lleva sus cabras y sus ovejas al pequeño establo, que silencio, es una paz como
yo no conocía sobre la tierra. Heme aquí, quedándome allí donde yo quisiera
vivir, yo poso la copa en la hierba en un estrecho camino cubierto de piedras.
Que sería de nuestra existencia al llegar ese torbellino con colores
cambiantes, aquí en el invernadero cerrado entre los muros de nuestra nueva
posada, por allí diseminadas a veces esféricas hasta muy lejos dentro de la
fragancia de la lavanda salvaje.
Yo miro en esas fotografías esa segunda casa.
Quienes son esos dioses que se aferran alrededor de ella? Tan lejos están ellos
que yo los distingo apenas, al pie de los altos muros. Los árboles que ellos
han plantado no son más que ligeros vapores en el cielo gris de esas fotos
antiguas que nosotros sacamos, defectuosamente, adentro de una cubeta
encontrada en una de las habitaciones.
Una nueva vez, pero hacia donde, yo llevo la
copa y su humo! Yo he entrado a la casa, yo recorrí los divanes ahora
desiertos. Todavía el olor del grano, todavía por las pequeñas ventanas
abiertas para todo el cielo de las mañanas primaverales, de verano, y al lado
de ellas la cama, la mesa. Debajo del altillo está el sótano que un dios de
otro siglo había habitado. Ellos habían terminado por conseguir un hogar para
ellos, habían atizado troncos a lo largo de la noche observando el fuego que se
apagaba. La pared estaba ennegrecida por el hollín, eso fue lo que primero
notamos cuando nosotros hubimos entrado en ese otro sueño.
Yo he tomado la copa con las dos manos, el humo
de su profundidad se esparcía, ello me impedía ver donde iba, ahora en esa noche,
y yo no sé por cuanto tiempo me sería posible llevarla, antes de tocar con las
rodillas quizá a una mesa baja.
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