lunes, 1 de junio de 2020

PERAMBULANS IN NOCTEM.Y Bonnefoy. Traducción Pablo Queralt.



En la primera casa, estuvo esa copa posada allá abajo, fuera del tiempo, esos años bajo el cielo de entonces, todo tan rápido. Elevándose en montañas de humo de diversos colores que se disipan en la indiferencia de la luz. Tomo la copa con ambas manos, esos grandes muros gruesos, este río oscuro a lo lejos, estos caminos tortuosos en el cauce, yo la llevo, en esta noche, todavía de verano. Yo la voy a depositar a los pies de los dioses sonrientes, ellos mismos de piedra esperan arrodillados debajo de los álamos de la ribera?


No, yo voy allí con ella, esta oscuro, el sueño aflora, los álamos se diluyen, se decoloran, toqué con mis labios el brebaje que transporto, incluso lo bebí, vagué, y ahora son laderas cubiertas de hierba donde pastan los animales, donde el sol va a tocar el horizonte. Ya el pastor lleva sus cabras y sus ovejas al pequeño establo, que silencio, es una paz como yo no conocía sobre la tierra. Heme aquí, quedándome allí donde yo quisiera vivir, yo poso la copa en la hierba en un estrecho camino cubierto de piedras. Que sería de nuestra existencia al llegar ese torbellino con colores cambiantes, aquí en el invernadero cerrado entre los muros de nuestra nueva posada, por allí diseminadas a veces esféricas hasta muy lejos dentro de la fragancia de la lavanda salvaje.
Yo miro en esas fotografías esa segunda casa. Quienes son esos dioses que se aferran alrededor de ella? Tan lejos están ellos que yo los distingo apenas, al pie de los altos muros. Los árboles que ellos han plantado no son más que ligeros vapores en el cielo gris de esas fotos antiguas que nosotros sacamos, defectuosamente, adentro de una cubeta encontrada en una de las habitaciones.





Una nueva vez, pero hacia donde, yo llevo la copa y su humo! Yo he entrado a la casa, yo recorrí los divanes ahora desiertos. Todavía el olor del grano, todavía por las pequeñas ventanas abiertas para todo el cielo de las mañanas primaverales, de verano, y al lado de ellas la cama, la mesa. Debajo del altillo está el sótano que un dios de otro siglo había habitado. Ellos habían terminado por conseguir un hogar para ellos, habían atizado troncos a lo largo de la noche observando el fuego que se apagaba. La pared estaba ennegrecida por el hollín, eso fue lo que primero notamos cuando nosotros hubimos entrado en ese otro sueño.



Yo he tomado la copa con las dos manos, el humo de su profundidad se esparcía, ello me impedía ver donde iba, ahora en esa noche, y yo no sé por cuanto tiempo me sería posible llevarla, antes de tocar con las rodillas quizá a una mesa baja.










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