viernes, 13 de diciembre de 2019

Anne Carson. Que significa no querer desear. Por Pablo Queralt.



No sabemos quién es Anne Carson pero si podemos saber quién es en la página en blanco que ella completa. Las escenas que monta, en esa luz que posa sobre las palabras para resaltar objetos, situaciones como un cuadro de Hopper. En ese “Vivir para ver” deja que los colores los ordene la naturaleza en su caosmia, el tono de la pulsión lo pone ella, nos dice “Para que más” en su libro Hombres en sus horas libres. La observación, el punto desde donde lanza la mirada para reflejar la belleza de las cosas marcando su registro tan particular. Todo fluye en sus paginas  “los fines de semana largos y blancos” “ la vergüenza es un filo oxidado donde Deneuve…” y a su vez da su respuesta : “la característica primaria del dolor es su exigencia de explicación” en su poema Martes, y “polaridad significa sumar o restar” en el poema Barber shop.  Todo se desarrolla en esa blancura que se debate el tandem amor-odio, al fin el odio es un gran amor, es expansión lo opuesto al miedo que es retracción. En La belleza del marido un ensayo narrativo en 29 tangos dice “Su mano quitándose una marca de la cara era la cara de ella” en una maquinaria estética de gesto e inteligencia que da respuesta a lo que el alma necesita, nos saca de la desnudez de la imaginación y luego dice: “ Palabra que por la noche apareció en todas las paredes de mi vida inscribió sin explicación” engendrado un ser-ahí como diría Guattari. Palabra que se ancla como una voz en todas las intensidades del sentimiento para existir ahí y no pasar de largo. “Hay un primer plano de mí sumido en la desesperación” y en ese primer plano estamos todos, nos unifica su silencio de niños observando los colores en su noche. Vamos en su escritura, en los cristales que nos pone dejando nuestras propias muletas, para dejar de ser repulsivos aburridos para con nosotros mismos y escuchar definitivamente un lenguaje para ir a nuestra propia llamada. Algo que destruye el pensamiento, las palabras que nos acorralan. Conocer las leyes y cuando es necesario desoírlas, desaparecer del televisor y las cosas para leer lo que su mano quemada escribe sobre la naturaleza del fuego. Ese fuego que es vital, fundamental, la maquinaria estética que nos impulsa de palabra vacía a palabra llena, nos saca de la comodidad del sillón para hacer posible una recomposición de desterritorialización de nuestros propios campos incorporales. 






Tal vez Anne escriba para volver a ver escenas que se perdió de películas vistas, o para saber que significa no querer desear mientras pone el despertador sobre la mesa al lado de la cama, y en el espejo la mujer mira la garganta, los huesos de la garganta de una esposa.  


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