Las palabras. El universo de la voz. Pablo Queralt.
La verdadera
escritura es la que no se escribe la que capta el que la escribe es la esencia
misma ya cuando se la trabaja en palabras deja de ser, es la mente ordenando lo
que escribe el ser, una traducción de la escritura.
Las palabras en sí
mismas no son nada, son útiles, herramientas para transmitir esa esencia, esa
bruma que levantan en conjunción en esa interacción con el lector y escritura,
en esa conjunción esta el poema, la esencia del poema lo otro es un objeto que
puede ser lindo o feo, algo de la materia representada en palabras, frases,
versos que no interesa a la poesía que es algo inmaterial que vibra en ese
instante y por lo tanto eterno, ya que sale del orden tiempo-espacio.
Las palabras son el
sostén para la energía que habita en la poesía como resultante de esa interacción de las palabras
entre sí, de esa dirección intención que llevan en su combinación, unas con
otras son el ladrillo de la casa inmaterial de ese flujo que brota por encima
de ellas.
Las primeras palabras
en el poema con su semilla de futuro que se van de la imaginación construyen
pidiendo pista, van naciendo después de
un tiempo de espera y uno piensa en otras palabras anteriores y sus posibles
resurrecciones. Camino sobre partituras con sus adoquines, calles entre los
tonos verdes ocres, rozas con palabras como fotos guardadas en la superficie de
un cuerpo extendido en esas calles, palabras que traen los sentidos al
papel.
Ese espacio liso
donde organizar el caos e ir dando forma a una nueva composición por las
fisuras de los sentidos a lo que fluye.
Palabras que rompen
líneas van armando estructuras o sistemas arbóreos con ramificaciones donde
cantan las imágenes que tejen el poema enlazadas en leves suturas, casi no
visibles, poema de rupturas de varias líneas de pensamiento a la vez o en
paralelo que se asocian, una esencia o motivo musical del poema. La técnica el
cuidado del poema, cierta rima, musicalidad, tono, respiración del verso. Los
esquemas una vez aprendidos están hechos para romperse, es necesario que la
palabra sangre en el poema que deje su esencia que vaya soltando su perfume, su
sabor que vibre. Que la palabra sea un sonido más y exprese el vacío de cada
uno, no el texto, el libreto de la narración sino lo que calla y va haciendo la
vida que copia el poema, esas palabras, ese silencio, un golpe de vista de algo
que quedó y ni siquiera registramos, ese espacio cinematográfico del ritmo del
poema.
La teatralidad de las
palabras, esa harina que se amasa con el otro y pone en acción las escenas con
movimientos visibles.
Ponge decía tomar
partido por las cosas significa tener en cuenta las palabras por lo tanto
elegir una u otra hacen al estilo y ponerse en un sitio como autor.
Las palabras,
metáforas, imágenes no deben ser tomadas como valores únicos en sí mismos y
propios de creación de belleza sino como estructuras de construcción del poema o como ladrillos o
bloques de hormigón en el armado en la obra, como elementos constitutivos del
poema que pueden mezclarse, fragmentarse, intercalarse en otras construcciones
independientemente de quién las creó, puesto que el que las vuelve a utilizar
lo hace con otro fin distinto al que fue creado inicialmente, con otra
idiosincrasia otra intención de decir. Son como símbolos, signos o como el sol,
la luna, la lluvia, como elementos, convenciones comunes que nadie puede tomar
como propios, son de todos, elementos útiles de construcción como ya lo
hicieron otros como Ezra Pound, algunos beatniks Burroughs, Ferlingetthi,
Ginsberg, Corso entre otros.
Libro inédito de ensayos Dicho al oído.
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