miércoles, 10 de octubre de 2018

Las dos poetas del hogar norteamericanas: Sylvia Plath y Emily Dickinson. 
Por Pablo Queralt.







Las dos hicieron una poética del hogar, la casa es el centro de la acción
una nunca salió de su casa Emily pacata, tímida, reservada y Sylvia con
sus brotes furiosos de falta de amor, sus suicidios, su vida en carne viva, sus cartas de amor con Ted Hughes, su sufrimiento, sus hijos, su falta de destreza para vivir, sobrevivir y la escritura como una tabla o balsa de salvación que empieza a hacer agua en la tierra y a volar en las estrellas como alguien que no es apto para vivir acá.  

En Sylvia Plath esta lo perdido como una perpetua presencia de infierno que se repite en todos los presentes: niños, abandono, marido, amor que la llevan al drama de la cocina- la cotidianeidad que la abruma -del suicidio con el gas del horno en el final de vida, con su última palabra de escritura. Así va hilando, cosiendo y descosiendo heridas, desesperada transitando sus poemas, su vida. Una escritura de la confesión de lo más profundo de los sentidos, contrasentidos todo aquello que nos hace tomar distintas elecciones, caminos con palabras ambivalentes que refuerzan o disminuyen la idea al mismo tiempo y que les da presencia de acto como el dudar o el elegir poniendo un aire de realidad. Una poesía de garra, desgarradora sus cartas a su marido, el poeta Ted Hughes, que la abandona con sus 2 hijitas y ella no puede con esa vida que escribe y reescribe, pero de la que no sale a flote, es como un abecedario de letras que se escurren por el agujero de la bañadera en la que se va hundiendo como en un cuento en la propia hoguera del poema, en un encanto de hadas y tiniebla. Como una madre que no puede con la luna y con la infancia, con los sonidos del mar, los chirriantes frenos como una canción, nana de cuna donde podemos ver la mirada observadora de la poeta como en un cuadro de Chirico: los tres maniquíes sin rostro, que se deslizan flotan en su obra como brujas hermanas de la locura, parcas que hilan el devenir, visión luminosa, lunar musa señora que nunca volvió a sentirse tan feliz como después de la clase de danza, la de pintura. El dramático poema “papi” donde una chica con complejo de Electra vive la muerte de su padre en ritmo de canción infantil, alegórico de la dolorosa experiencia que la poeta maneja con su maestría “hombre – pánzer ”“ con tu pulcro bigote  … obsceno” maldiciendo ese duelo, la muerte de ese Dios de la que fue victima pasiva.
El poema “limite” cuando ella estaba al borde de sus propias fuerzas describe su propia muerte con escalofriantes y crepitantes palabras:


La mujer se ha perfeccionado su cuerpo
Muerto luce la sonrisa del acabamiento
La ilusión de un anhelo griego…
Sus pies descalzos parecen decir hasta aquí hemos llegado
Se acabó
Cada niño muerto enroscado en sí…
Su jarrito de lechera vacía…
Ella los ha plegado de nuevo hacia su cuerpo
Como se cierran los pétalos de una rosa
La luna no tiene por que entristecerse esta acostumbrada a ver este tipo de cosas.

Los horizontes me cercan como haces de leña
Inclinados y dispares y siempre inestables
Si los rozara con una cerilla podrían calentarme
Y sus finas líneas chamuscarían el aire hasta volverlo anaranjado …. Recargando este cielo pálido con un color más intenso  pero no, tan solo se disuelven, se disuelven como una sarta de promesas mientras yo avanzo.

Con que extrañas lunas vivimos
en vez de con  un mobiliario muerto

Se me pegaba a un cepo de alambre de púas/ apenas podía hablar/ te veía en cualquier alemán/ y ese lenguaje tuyo tan obsceno …… siempre te tuve miedo a ti, a ti …. Con tu pulcro bigote….hombre- pánzer, hombre pánzer, ah tu..      

Irrefutables tan hermosamente satisfechas de si mismas  como la propia Venus en su venera- pedestal envuelta en su mantilla de cabello rubio y gasa salada de la brisa marina se encuentran las embarazadas en sus vestidos sueltos.

aun nos veo flotando allí inseparables dos muñecas de corcho
por que aro que ojo de cerradura hemos pasado?
 Que puerta se nos ha cerrado? Las sombras de las hierbas giraron lentamente como las manecillas del reloj y desde continentes opuestos nos saludamos con las manos  y nos llamamos. Todo ha pasado.

Como la luz sobre estas paredes blancas, esta cama estas manos no soy nadie no tengo nada que ver con ningún tipo de explosión.

Nadie me observaba antes ahora me siento observada  los tulipanes se vuelven hacia mí y la ventana que tengo detrás en la que la luz una vez al día lentamente se va abriendo y cerrando y hasta me veo a mí misma plana ridícula una sombra entre el ojo del sol y los ojos de los tulipanes aunque ya no tengo cara por que quise borrarme del todo. Los vívidos tulipanes devoran mi oxígeno.



Emily Dickinson enamorada de su casa, su familia, su jardín con sus petirrojos, los sonidos, los colores de ese micro- macro, su mundo: habitat del hogar, ese sentido intenso su rutina su diario. Donde esta presente la naturaleza del afuera, su único afuera el jardín con los pájaros que la visitan, los insectos los atardeceres, entra en el corazón de las estaciones a través de la flora y fauna. Es un hogar Edénico, casa adorada con sus encantos de matices, luces, rincones, amaneceres, atardeceres, sombras perfumes. Versos con elipsis describiendo estas situaciones, desplegando escenas, partes del día, como un mensajero que entrega el parte diario escribiendo una biografía una situación de lugar. Conociendo las partes del alma humana como en un retiro espiritual a modo de sacerdocio hace su escritura, una transcripción de las cosas y los sentidos “la diferencia entre la Desesperación y el Miedo es como aquella entre el instante del naufragio y ya cuando el naufragio ha pasado.”

Cada verso tiene una autonomía en sí mismo, como enunciaciones de alta gama de concentración de verso a verso,  cortos reduciendo al mínimo la utilización de palabras. Como un ejercicio entre lo visual y lo que el cerebro reconoce para acostumbrarnos a poder resistir, esa rutina de diferencias de lugar, de cosas para ser.
Sigue su ilusión, el conocimiento en una forma de Edén e ironía en el diario, en la experiencia como un respirar un pintar ” tengo un pájaro en primavera que canta para mí la primavera es un señuelo y cuando aparece el verano se acerca y aparece la rosa el petirrojo se ha marchado”.

Palabras como números ordenados en el azul del papeltinta en forma métrica (yámbica) regulares y en sucesión uno a otro, como completando un álbum, donde la poeta muestra lo que ve a través de la ventana o en la cocina en los petirrojos, las abejas, ella en sus universos despreocupada, paciente en sencillez cumpliendo su destino como un decreto, un amor imposible como una feligresa. El tema de la muerte tratado como una instantánea en tiempo y forma.

No es que morir nos duela tanto-
Es el vivir lo que nos duele más
Pero el morir es camino distinto
Un algo tras la puerta

Morí por la belleza mas apenas
Ajustada en la tumba
Cuando uno que murió por la verdad, yacía
En una habitación contigua


Ha habido una muerte en la casa de enfrente
Hoy mismo
Lo se por el entumecido aspecto
Que tales casas tienen siempre


Naturaleza es lo que vemos
La colina la tarde
Ardilla eclipse aberrojo

Naturaleza es lo que oímos
El chambergo el mar

Naturaleza es lo que conocemos
Aunque nos falta el arte de decirlo
Pues es nuestro saber tan impotente
Ante su sencillez



El petirrojo es un gabriel
En circunstancias humildes
Su vestido le califica socialmente
De la clase trabajadora del transporte
Tiene la puntualidad del granjero.





Las dos poetas Emily Dickinson y Sylvia Plath en distintas variables y formas se mueven en la escenografía de la casa , el hogar y sus circunstancias haciendo ambas un diario del lugar y la interioridad propia de cada una, dos voces imposibles de no ser escuchadas sin la emoción. 


Publicado en el suplemento cultural del diario El Pregón de Jujuy en 2015.

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