viernes, 21 de diciembre de 2018

Este es mi ojo, esto es lo que veo. Pablo Queralt.




Escribir en paralelo leyendo un libro viendo una película, escuchando una melodía una canción, a la gente en el subte, en la calle, tomando fragmentos, frases, reescribiendo reescrituras una forma de crear  a partir de elementos dados por otras creaciones ya sea de la vida o de la vida artística para conformar otra idea, otra performance con algo de la idea oriental de cultura nueva a partir de los fragmentos resultantes de la tradición o cultura anterior como si fuera un jarrón tirado contra el piso hasta hacerlo añicos y luego tomar esos pedazos del suelo y con cada pedazo-fragmento reiniciar hacer una cultura nueva a partir de eso anterior.
La poesía dice este es mi ojo así lo veo, esto es lo que veo, a veces a uno no le gusta lo que ve y lo peor es el libro que nos hace ver a uno y nos cambia somos ya otro y uno no quiere ser ese otro pero ya no hay remedio cambiamos y somos otro y tenemos que andar así acostumbrarnos a ser ese otro. El libro, la poesía va más allá de nuestros deseos y nos hace ver lo que hasta antes no veíamos.





El tul que va tejiendo la escritura pone los ojos del color de cada realidad y entra en esa neblina que siempre nos lleva a la puerta, al sitio de la primera vez, así vemos todo con el alumbramiento de conocer las cosas siempre en la sorpresa de lo desconocido. Entre espacios que deja esa levedad se filtran blancos de la imaginación que quedaron y no se fueron de un antes ilusorio o real y en esos blancos se instala el paraíso o infierno de la mente que le presta su oído y rima; esa música en cada cambio de sentido, de frase, de verso en verso haciendo carne en la orquestación de las palabras y los silencios. Lo que uno sospecha y el libro me lo va diciendo.          
El mundo creado por la palabra, por las palabras, el libro que nos va escribiendo su mundo, nos presta las palabras.
La antiestética de Noe es la estética de la creación contra la estética establecida, aquella que arriesga su ficha da el salto no se queda en lo ya hecho como los antipoemas de Nicanor Parra o en Cesar Vallejo o en la másmedula de Oliverio Girondo forzando el lenguaje, la palabra.
Los poemas toreados, hay que torear al poema en cada verso para ver como se mueve esa estructura en ese a matar o morir en esos límites, que las palabras entiendan lo que queremos y no es importante si la tarde es del toro o del torero, es el aire el ida y vuelta en esa mirada que va y viene la que importa, poniendo el color y la atmósfera de la corrida y que es la que va a salvar al poema o hundirlo en el fracaso del no logro.
El poema que le pone color al blanco y negro, hay que saber la velocidad de cada palabra para llenar ese espacio coloratura como notas fuera de la partitura, la voz que va encontrando su vida.
El poema efectivo a diferencia del poema efectista abre más el sentido, de modo que a muchas preguntas hay pocas respuestas, son las muchas preguntas que va sembrando como una forma de conocimiento, en cambio el efectista tiene muchas respuestas inmediatas para todas las preguntas sobre las cosas efímeras, respuestas efímeras para sus preguntas, pierden el misterio el conocimiento de lo oculto en el mismo resplandor de sus palabras.

El poema es una construcción, vamos buscando la voz entre las voces, esa que se adecua a nosotros ahí nos encontramos, en una voz que aunque copiemos o tomemos de otro o quede remante de lo escuchado, lo leído, lo visto resulta propia, es imposible que no este presente lo nouménico, lo que da la impronta. 

Del libro inédito de ensayos Dicho al oído. 

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