jueves, 21 de agosto de 2025

D.H.Lawrence poemas traduce Pablo Queralt.

 



Bebé tortuga

 

 

Sabes lo que es nacer solo,

Bebé tortuga!

 

El primer día en sacar los pies poco a poco del caparazón

Aún no despierto

Y quedarte desterrado en la tierra,

No del todo vivo.

 

Un frijol diminuto, frágil y medio animado. 

 

Para abrir tu diminuta boca de pico, que parece nunca se abriría

Como una puerta de hierro

Para levantar el pico del halcón superior de la base inferior

Y llegar a tu cuello flaco

Y darle tu primer mordisco a un poco de hierba

Solo, un pequeño insecto,

Diminuto de ojos brillantes

Uno lento.

 

Para dar tu primer mordisco solitario

Y sigue tu lenta y solitaria caza.

Tu pequeño ojo oscuro y brillante

Tu ojo de noche oscura turbada,

Bajo su tapa lenta, pequeña tortuga bebé. 

Tan indomable.

 

Nunca nadie te escuchó quejarte.

Sacas la cabeza hacia adelante, lentamente desde tu pequeño casco

Y avanzas, arrastrando lentamente, sobre los dedos de los pies con cuatro clavijas,

Remando lentamente hacia adelante.    

Se marchita pajarito?

Más bien como un bebé trabajando sus miembros,

Excepto que haces un progreso lento y sin edad

Y un bebé no hace ninguno

 

El toque del sol te excita,

Y las largas edades y el frío persistente

Hazte  una pausa para bostezar

Abriendo tu boca impermeable

De repente con forma de pico y muy ancho, como

Unas tenazas que se abren repentinamente;

Lengua roja suave y encías duras y delgadas.

Luego cierra la cuña de tu pequeña frente de montaña,

Tu cara tortuga bebé.

 

 

Te maravillas del mundo, mientras lentamente giras la cabeza en su casco?

Y miras lacónica con ojos negros?

O el sueño vuelve a apoderarse de ti?

La no vida?

 

Eres tan difícil de despertar.

Eres capaz de preguntarte?

O es solo tu voluntad indomable y el orgullo de la primera vida?

Mirando alrededor

Y lanzándose lentamente contra la inercia 

Y que le había parecido invencible?

 

El inmenso inanimado,

Y el fino brillo de tu ojo tan diminuto

Desafiador.

 

No, diminuto pájaro de concha.

Qué inmenso inanimado es, contra el que debes remar,

Que inercia incalculable.

 

Desafiador

Pequeño Ulises, precursor,

No más grande que la uña de mi pulgar

Buen viaje. Toda la creación animada en tu hombro,

Ponte en camino, pequeño titán bajo tu escudo de batalla

El pesado, preponderante  

Universo inanimado,

Y te estas moviendo lentamente, pionero, solo tú.

 

Cuán vivido parece tu viaje ahora, bajo el sol turbulento

Estoico átomo de Ulises;

De repente apresurado, imprudente, en punta.

 

Pajarito sin voz,

Descansando la mitad de la cabeza fuera del casco

En la lenta, dignidad de tu eterna pausa.

Solo sin sensación de estar solo

Y por tanto seis veces más solitario;

Satisfecho de la lenta pasión de lanzar a través de eras inmemoriales.    

Tu casita redonda en medio del caos.

   

 

Sobre la tierra del jardín,

Pájaro pequeño,

Sobre el borde de todas las cosas.

 

Viajero,

Con tu cola  metida un poco hacia un lado

Como un caballero con un abrigo de falda larga.

 

Toda la vida llevada sobre tu hombro

Precursor invencible.

 

 

 

 

 

 

 

 



 

 

Reptiles. Tortoise shout 
David Herbert Lawrence (England, 1885-1930)

I thought he was dumb,
I said was dumb,
Yet I've heard him cry.

First faint scream,
Out of life's unfathomable dawn,
Far off, so far, like a madness, under the horizon's dawning rim,
Far, far off, far scream.

Tortoise in extremis.

Why were we crucified into sex?
Why were we not left rounded off, and finished in our-selves,
As we began,
As he certairuy began, so perfecty alone?

A far, was-it-audible scream,
Or did it sound on the plasm direct?

Worse than the cry of fue new-born,
A scream,
A yell,
A shout,
A paean,
A death-agony,
A birth-cry,
A submission,
All tiny, tiny, far away, reptile under the first dawn.

War-cry, triumph, acute-delight, death-scream reptilian,
Why was fue veil torn?
The silken shriek of the soul's torn membrane?
The male soul's membrane
Torn with a shriek half music, half horror.

Crucificion.
Male tortoise, cleaving behind the hovel-wall of that dense female,
Mounted and tense, spread-eagle, out-reaching out of the shell
In tortoise-nakedness,

Long neck, and long vulnerable limbs extruded, spread-eagle over her house-roof,
And the deep, secret, all-penetrating tail curved beneath her walls,
Reaching and gripping tense, more reaching anguish in uttermost tension
Till suddenly, in the spasm of coition, tupping like a jerking leap, and oh!
Opening its clenched face from rus outstretched neck
And giving that fragile yell, that scream,
Super-audible,
From rus pink, cleft, old-man's mounth,
Giving up fue ghost,
Or screaming in Pentecost, receiving the ghost.

His scream, and his moment's subsidence,
The moment of eternal silence,
Yet unreleased, and after the moment, the sudden, startling jerk of coition, and at once
The inexpressible faint yell-
And so on, till the Iast pIasm of my body was melted back
To the primeval rudiments of life, and the secret.

So he tups, and screams
Time after each jerk, the longish interval,
The tortoise eternity,
Age-long, reptiIian persistence,
Heart-throb, slow heart-throb, persistent for the next spasm.

I remember, when I was a boy,
I heard the scream of a frog, which was caught with his foot in the mount of an upstarting snake;
I remember when I first heard bull-frogs break into sound in the spring;
I remember hearing a wild goose out of the throat of night
Cry loudIy, beyond the lake of waters;
I remember the first time, out of a bush in the darkness, a nightigale's piercing cries and gurgles startled the depths of my soul;
I remember the scream of a rabbit as I went through a wood at midnight;
I remember the heifer in her heat, blorting and blorting through the hours, persistent and irrepresible;
I remember my first terror hearing fue howl of- weird, amorous cats;
I remember fue scream of a terrified, injured horse, fue sheet-lightning,
And running away from fue sound of a woman in labour, something like and owl whooing.
And listening inwardly to fue first bleat of a lamb,
The first wail of an infant,
And my mother singing to herself,
And the first tenor singing of the passionate throat of a young collier,
who has long since drunk himself to death,
The first elements of foreign speech
On wild dark lips.

And more than all these,
And less than all these,
This last,
Strange, faint coition yell
Of the male tortoise at extremity,
Tiny from under the very edge of fue farthest far-off horizon of life.

The cross,
The wheel on which our silence first is broken,
Sex, which breaks up our integrety, our single inviolability, our dee silence,
Tearing a cry from us.

Sex, which breaks us into voice, sets us calling across fue deeps, calling, calling for the complement,
Singing, and calling, and singing again, being answered, having found.
Torn, to become whole again, after long seeking for what is lost,
The same cry from the tortoise as from Christ, the Osiris cry of abandonment,
That which is whole, torn asunder,
That which is in part, finding its whole again throughout the universe.

Grito de tortuga

 

Pensé que era tonto

Dije que era tonto

Sin embargo, lo escuché llorar

 

Primer grito débil

Del amanecer insondable de la vida

Lejos, tan lejos como una locura, bajo el borde

Del amanecer del horizonte

Grito lejos,lejos, lejos.                                                                               

 

Tortuga in extremis

 

Por qué fuimos crucificados por tener sexo?

Por qué no nos dejamos redondeados y acabados en nosotros mismos?

Como comenzamos,

Como ciertamente comenzó, tan perfectamente solo

 

Un grito lejano era audible,

O sonó directamente en el plasma?

Peor que el llanto de un recién nacido,

Un grito    

Un alarido

Un chillido

Un himno,

Un agonía de muerte

Un grito de nacimiento,

Una sumisión,

Todo reptil diminuto, diminuto, lejano bajo el primer amanecer.

 

Grito de guerra, triunfo, placer agudo grito de muerte reptil,

Porqué se rasgó el velo del combustible?

El sedoso chillido de la membrana desgarrada del alma?

La membrana del alma masculina

Desgarrado por un chillido mitad música, mitad horror.

 

Crucifixión.

Macho de tortuga, abriéndose detrás de la pared de la choza de esa densa hembra,

Montada y tensa, águila extendida saliendo del caparazón

En desnudez de tortuga,  

Cuello largo y extremidades largas y vulnerables extendidas como águila sobre el techo de su casa

Y la cola profunda, secreta y penetrante se curvaba debajo de sus paredes,

Alcanzando y agarrando tenso, más angustia alcanzando en la máxima tensión  

Abriendo su rostro apretado desde el cuello extendido rus

Y dando ese frágil grito, ese grito

Super audible

De rus ros, hendido, boca de anciano,

Renunciando al fantasma

O gritar en Pentecostés recibiendo al fantasma  

 

Su grito y su momento de calma

El momento del eterno silencio

Sin embargo, inédito, y después del momento, el repentino y sorprendente tirón del coito

Y de inmediato el inexpresable y débil grito 

Y así sucesivamente hasta que la última parte de mi cuerpo se derritió

A los rudimentos primigenios de la vida y al secreto

 

Entonces él se inclina y grita

Tiempo después de cada tirón, el intervalo más largo,

La eternidad tortuga,

Persistencia reptiliana a lo largo de la edad 

Latidos cardíacos, lentos latidos cardíacos, persistentes hasta el siguiente espasmo.

 

Recuerdo cuando era niño

Escuché el grito de una rana, que fue atrapada con su pie en el monte de una serpiente advenediza;

Recuerdo cuando escuché por primera vez el sonido de las ranas toro en la primavera;

Recuerdo haber escuchado a un ganso salvaje salir de la garganta de la noche

Clama fuerte más allá del lago de las aguas;

Recuerdo la primera vez que, de un arbusto en la oscuridad, los gritos y gorgoteos desgarradores de una noche de gala sobresaltaron a las

Profundidades de mi alma;

Recuerdo el grito de un conejo cuando atravesé un bosque a medianoche;

Recuerdo a la novilla en su celo revolviéndose y revolviéndose a lo largo de las horas persistente e irreprimible;

Recuerdo mi primer terror al escuchar el aullido de gatos raros y amorosos;          

Recuerdo fue el grito de un caballo herido aterrorizado, fue hoja de relámpago

Y huyendo del sonido fue de una mujer en trabajo de parto, algo así como un búho aullando.

Y escuchando interiormente el fue el primer balido de un cordero 

El primer llanto de un niño

Y mi madre cantando para ella misma

Y el primer canto de tenor de la garganta apasionada de un  joven minero

Que desde hace mucho tiempo se ha emborrachado hasta morir,

Los primeros elementos del habla extranjera.

Sobre labios oscuros y salvajes.

 

Y más que todos estos

Y menos que todos estos

Éste último,

Grito de coito extraño y débil

De la tortuga macho en la extremidad,

Diminuto debajo del borde mismo del horizonte más lejano de la vida.

 

La cruz

La rueda en la que primero se rompe nuestro silencio,

El sexo, que rompe nuestra integridad, nuestra única inviolabilidad, nuestro profundo silencio

Arrancando un grito de nosotros.   

 

El sexo que nos rompe en voz, nos hace llamar a través de las profundidades del fue, llamar pedir el complemento,

Cantando y llamando y cantando de nuevo, siendo respondido, habiendo encontrado    

Desgarrado para volverse completo de nuevo, después de una larga búsqueda de lo perdido

El mismo grito de la tortuga que de Cristo, el grito de abandono de Osiris,

Aquello que esta entero desgarrado 

Aquello que es en parte, reencontrando su totalidad en todo el universo.

 

 

The plumed serpent
David Herbert Lawrence (England, 1885-1930)

(...)
The Lords of Life are the Masters of Death.
Blue is the breath of Quetzalcoatl.
Red is Huitzilopochtli’s blood.
But the grey dog belongs to the ash of the world.
The Lords of Life are the Masters of Death.
Dead are the grey dogs.
Living are the Lords of Life.
Blue is the deep sky and the deep water.
Red is the blood and the fire.
Yellow is the flame.
The bone is white and alive.
The hair of night is dark over our faces.
But the grey dogs are among the ashes.
The Lords of Life are the Masters of Death.’
(...)

 

La serpiente emplumada.

(…)

Los señores de la vida son los maestros de la muerte.

El azul es el aliento del Quetzalcoalt.

Roja es la sangre de Huitzilopochtli.

Pero el perro gris pertenece a la ceniza del mundo.  

Los señores de la vida son los maestros de la muerte.

Muertos están los perros grises.

Vivos están los señores de la vida.

Azul es el cielo profundo y el agua profunda.

El rojo es la sangre y el fuego.

El amarillo es la llama.

El hueso es blanco y vivo.

El cabello de la noche se oscurece sobre nuestros rostros.

Pero los perros grises están entre las cenizas.

Los señores de la vida son los maestros de la muerte.

(…)

 

 

 

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