Un filo oxidado donde Deneuve… Anne
Carson. Por Pablo Queralt.
No sabemos quién es Anne Carson pero si podemos saber quién es en la
página en blanco que ella completa. Las escenas que monta, en esa luz que posa
sobre las palabras para resaltar objetos, situaciones como un cuadro de Hopper.
En ese “Vivir para ver” deja que los colores los ordene la naturaleza en su
caosmia, el tono de la pulsión lo pone ella, nos dice “Para que más” en su
libro Hombres en sus horas libres. La observación, el punto desde donde lanza
la mirada para reflejar la belleza de las cosas marcando su registro tan
particular. Todo fluye en sus paginas
“los fines de semana largos y blancos” “ la vergüenza es un filo oxidado
donde Deneuve…” y a su vez da su respuesta : “la característica primaria del
dolor es su exigencia de explicación” en su poema Martes, y “polaridad
significa sumar o restar” en el poema Barber shop. Todo se desarrolla en esa blancura que se
debate el tandem amor-odio, al fin el odio es un gran amor, es expansión lo
opuesto al miedo que es retracción. En La belleza del marido un ensayo
narrativo en 29 tangos dice “Su mano quitándose una marca de la cara era la
cara de ella” en una maquinaria estética de gesto e inteligencia que da
respuesta a lo que el alma necesita, nos saca de la desnudez de la imaginación
y luego dice:
“ Palabra que por la noche apareció en todas las paredes de mi vida inscribió sin explicación” engendrado un ser-ahí como diría Guattari. Palabra que se ancla como una voz en todas las intensidades del sentimiento para existir ahí y no pasar de largo. “Hay un primer plano de mí sumido en la desesperación” y en ese primer plano estamos todos, nos unifica su silencio de niños observando los colores en su noche. Vamos en su escritura, en los cristales que nos pone dejando nuestras propias muletas, para dejar de ser repulsivos aburridos para con nosotros mismos y escuchar definitivamente un lenguaje para ir a nuestra propia llamada. Algo que destruye el pensamiento, las palabras que nos acorralan. Conocer las leyes y cuando es necesario desoírlas, desaparecer del televisor y las cosas para leer lo que su mano quemada escribe sobre la naturaleza del fuego. Ese fuego que es vital, fundamental, la maquinaria estética que nos impulsa de palabra vacía a palabra llena, nos saca de la comodidad del sillón para hacer posible una recomposición de desterritorialización de nuestros propios campos incorporales. Tal vez Anne escriba para volver a ver escenas que se perdió de películas vistas, o para saber que significa no querer desear mientras pone el despertador sobre la mesa al lado de la cama, y en el espejo la mujer mira la garganta, los huesos de la garganta de una esposa.
Tres mujeres silenciosas en la mesa de la cocina.
La cocina de mi madre es oscura y pequeña pero del otro lado de la ventana
está el páramo, paralizado con hielo.
Se extiende hasta donde alcanza la vista
a lo largo de kilómetros planos hasta un cielo blanco sólido no iluminado.
Mamá y yo estamos masticando lechuga cuidadosamente.
El reloj de la pared de la cocina emite un bajo zumbido irregular que salta
una vez en el minuto justo de las doce.
Tengo a Emily pág. 216 abierta y apoyada sobre la azucarera
pero furtivamente estoy observando a mi madre.
Miles de preguntas chocan contra mis ojos desde adentro.
Mi madre está estudiando su lechuga.
Paso a la pág. 217.
“En mi fuga a través de la cocina tropecé con Hareton
quien ahorcaba una camada de cachorros
desde el respaldo de una silla en la puerta. . .”
Es como si a todas nos hubieran bajado dentro de una atmósfera de vidrio.
De tanto en tanto un comentario atraviesa el vidrio.
Impuestos en el lote de atrás. No es un buen melón,
falta para los melones.
La peluquera del pueblo encontró a Dios, cierra la tienda cada martes.
De nuevo hay ratones en el cajón de los repasadores.
Pequeñas bolitas. Mordieron
los bordes de las servilletas, si supieran
lo que cuestan las servilletas de papel hoy en día.
Esta noche llueve.
Mañana llueve.
Ese volcán en las Filipinas otra vez activo. Esa que no me acuerdo el nombre
Anderson se murió no Shirley no
la cantante de ópera. Negra.
Cáncer.
No estás comiendo tu guarnición, ¿no te gustan los pimientos?
Por la ventana puedo ver hojas muertas que atraviesan las tierras planas
y residuos de nieve herida por la mugre de los pinos.
En el centro del páramo
donde la tierra desciende hacia una depresión,
el hielo ha comenzado a abrirse.
Llegan aguas abiertas y negras
cuajadas como la ira. Mi madre habla repentinamente.
Esa psicoterapia no te está ayudando tanto, me parece.
No lo estás superando.
Mi madre tiene esa manera de resumir las cosas.
A ella nunca le había gustado Law
pero le gustaba la idea de que yo tuviera un hombre y que continuara con mi vida.
Pues él es de los que toman y tú de las que dan espero que funcione,
era todo lo que dijo después de haberlo conocido.
Dar y tomar eran sólo palabras para mí
en ese momento. Nunca antes había estado enamorada.
Era como una rueda que bajaba rodando una colina.
Pero temprano esta mañana mientras mamá dormía
y yo estaba abajo leyendo la parte de Cumbres Borrascosas
donde Heathcliff se aferra a la celosía durante la tormenta sollozando
¡Entra! ¡Entra! al fantasma del tesoro de su corazón,
caí de rodillas sobre la alfombra y también sollocé.
Ella sabe cómo ahorcar cachorros,
esa Emily.
No es como tomarse una aspirina, sabes, le respondo débilmente.
La Dra. Haw dice que el duelo es un proceso prolongado.
Ella frunce el ceño. ¿Y qué se logra
con todo ese remover el pasado?
Oh —extiendo las manos—
¡Yo me impongo! La miro directamente a los ojos.
Ella sonríe. Sí lo haces.
Su
Con el propósito de comparar, pongo aquí el texto de una maldición hallada en un listón de plomo
que
mide 8 x 3 cm y está escrito de uno y otro lado y/enrollado y perforado por un clavo/y/
que
fue desenterrado en Boecia; no tiene fecha conocida, quizá sea del siglo cuarto A. C.:
[lado A]
Me uno a Zois de Eretria esposa de Kabeiras ante la Tierra y Hermes a/su forma de comer su forma de beber su forma de dormir su risa su sexo su forma de tocar la lira su forma de entrar en una habitación su placer sus nalguitas sus ojos perspicaces
[lado B]
y ante Hermes me uno a su andar sus palabras sus manos sus pies su malévola charla su alma entera a todo eso me uno
Podrías 1
Si no eres la persona libre que quieres ser, busca un lugar donde puedas contar la verdad sobre ello. Contar cómo te va con todo. La franqueza es como una madeja que se produce a diario en el vientre, tiene que desenrollarse en algún lado. Podrías susurrar de cara a un pozo. Podrías escribir una carta y mantenerla guardada en la gaveta. Podrías escribir una maldición en una cinta de plomo y enterrarla para que nadie la lea por mil años. No se trata de encontrar un lector, se trata de contar. Piensa en una persona de pie, sola en un cuarto. La casa está en silencio. La persona lee un pedazo de papel. No existe nada más. Todas sus venas se pasan al papel. Toma la pluma y escribe en él unos signos que nadie más va a ver, le confiere así como una plusvalía,
y todo lo remata con un gesto
tan privado y preciso como su propio nombre.
Yo
Oigo pequeños chasquidos dentro de mi sueño.
La noche gotea su taconeo de plata
espalda abajo.
A las cuatro. Me despierto. Pensando
en el hombre que
se marchó en septiembre.
Se llamaba Law.
Mi rostro en el espejo del baño
tiene manchas blancas en la parte baja.
Me enjuago la cara y vuelvo a la cama.
Mañana voy a ver a mi madre.
Ella
Vive sola en un brezal al norte.
Ella vive sola.
La primavera se abre como una cuchilla allí.
Yo viajo en trenes todo el día y llevo muchos libros –
unos para mi madre, algunos para mí
que incluyen Las obras completas de Emily Brontë.
Es mi autora favorita.
También mi principal temor, al que trato de enfrentarme.
Cada vez que visito a mi madre
siento que me convierto en Emily Brontë,
mi vida solitaria a mi alrededor como un páramo,
mi torpe cuerpo recortándose sobre los barrizales con una apariencia de transformación
que muere cuando atravieso la puerta de la cocina.
¿Qué cuerpo es ese, Emily, que nosotras necesitamos?
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