Intensidad y velocidad. Por Pablo Queralt.
Hay palabras de
velocidad inicial y después se van quedando, hay otras de velocidad terminal,
que incrementan la velocidad a medida que avanzan de forma que varias de las
primeras pueden valer por una sola de esta última en el poema. O tal vez según
se asocien ganen unas a otras en velocidad para que el poema tenga
una circulación de sensible, de entendimiento casi simultaneo al de la luz de
la lectura, sin entorpecimientos, que sea una lectura lineal a pesar de no ser
discursiva-temática sino con varias líneas en simultaneo de ideas y emociones a
la vez, pero que las palabras adecuadas y sobre todo en términos de avance de
flujo continuo rítmico y simultaneo le den el toque de verdad al texto.
Los encabalgamientos
o los expansores a la forma de Juan ele Ortiz le dan un aire, un respiro, ponen
un espacio, un suspenso, una espera que disminuye la velocidad del poema, es un
rebaje de velocidad. El ritmo del poema es un tiempo distinto al de la vida,
aquí preparamos musculamos, estiramos, elongamos las palabras para que canten
todas sus sílabas y consonantes a un contrapunto adecuado al que esperamos de
esa realidad, buscamos el paso, caminamos como cantamos, aceleramos o tenemos
escenas de frenado para encontrar el erotismo, el justo tono, la voz que
queremos. El lenguaje marca el primer
punto del poema, ese estado de acechanza animal latente por debajo de la letra
siempre preparado a dar su zarpazo para entrar en acción fijando un sentido,
textualizando una idea, un acto de un principio a fin hace su movida.
La economía de
esencias en el poema que se desliza de imagen pequeña a imagen pequeña, como
márgenes que se conectan en ese mundo,
las cosas son las que hablan, esa economía de palabras que sucitan en el
espíritu de la cosa, el sentido que recorre cada ser que lo habita como algo
alcanzado visible, presente, rítmico.
Poemas de una
simpleza complejidad, captados en el aire del lugar que cambia según el viaje
del poeta, el cuarto, la pileta, la plaza, la playa, la salida de la cancha,
del cine, las voces de la calle, el estronar del subte entre estación y
estación, el ritmo de una lectura que va in crescendo como una orquesta
mozartiana transportando sus interrogantes como un himno, como una canción a la
que el poeta no renuncia y adhiere y planta como bandera junto a la higuera en
su patio, para decir otro amén.
El poema que no se
parte es mérito de las palabras empleadas pero también de las imágenes de la
secuencia, el enlace de imágenes que van dando solidez, una argamasa, un ritmo
y entonación al poema. Pero también podemos redoblar la apuesta y buscar un
poema que se fracture, que se parta por una aparente debilidad y que con cada
uno de los versos pedazos podamos seguir, continuar la línea del poema, es otra
alternativa la ruptura, la poesía de rupturas, de distintas líneas de ideas,
imágenes superposiciones, pero también podemos apostar a la consolidación de la
fractura del poema. Solo que la consolidación debe ser rápida por que a nadie
le gusta el tiempo de la enfermedad y a partir de allí buscar el camino, seguir
el verso del poema como puentes de unión entre los versos, que deben ser sólidos
y a su vez flexibles para que lleven el movimiento del camino del poema y que
este transite para ser leído, comprendido, apreciado. Debe tener cierta
resilencia la de volver a un estado anterior perdido necesario para este tipo
de escritura de riesgo, de rupturas.
El cinturón que
ajusta el poema, ciñe, adecua las palabras en los versos le da cintura al
movimiento de las imágenes, a los focos y en esa secuencia arma su música
visual, le da el talle a través de los encabalgamientos, los expansores que
alargan, frenan palabras como aún, todavía o mejor la repetición lenta si, si, pero… o aún allí, como que hacen
recodos en el camino del poema, bajan la carga, la sobrecarga de exceso de
enunciaciones, enumeraciones, de la sobre-adjetivación, las suavizan, agilizan
el tránsito del sentido del poema.
Podemos hablar de
talles de poemas como una expresión de la forma que incluye al fondo, cuanto
más cintura tenga un poema debido al uso de palabras firmes pero flexibles, el
poema será más enérgico o potente en el sentido que resiste y es maleable
también, no es rígido, entra en el sensorio, fluye, es de curso sináptico transmite
sus versos y palabras, funcionan como axones y dendritas que hacen una red de
información que da el color, el tono, la intensidad que variará según las
palabras más veloces, más livianas o menos que den curso al volumen, el alto
del vuelo.
Del Libro inédito de ensayos Dicho al oido.
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