domingo, 1 de diciembre de 2019

José Kozer. “Inmemorial la cicatriz que dejó en el aire”. Por Pablo Queralt.





El poema en José Kozer es como su vivir, pasa de uno al otro estado sin el menor sobresalto, resalto, es un continuo fuera de la bipolaridad, léase alegría- tristeza, amor- odio, temerario- temeroso, para transitar por los cinco elementos a cada paso del día cumpliendo su mandala, como quién pasa del momento de la madre o del padre al del hijo- “mis hijas podrían respirar mi muerte en el polvo del camino, el polvo tendría que dejarse llevar por la brisa de la tarde”. Esta lo ácido, lo amargo, el dulce, lo salado, el picor, pasa por la madera que enciende el fuego o en la tierra prolifera árboles, esta el agua, el metal de los melancólicos esta todo en él y su poesía, todo lo vital da su registro del día completando el ciclo en uno. Cada vuelta con la minuciosidad en lo vivido, en el detalle como un medito- grama o grafía de expansión, disolviendo las categorías tiempo-espacio, ahí se mueve ese su sendero, su inspirar, expirar ese intercambio con las cosas como haría el tibetano. Un dejarse llevar a donde llevan las cosas que se le presentan y ahí su decisión su firmeza, ¿astucia? Elegir, para? Por que? Como? Donde? Son sus puntos cardinales las preguntas, no importan tanto las respuestas, él en el fondo tiene sus certezas: el té caliente, la fragancia de las hierbas, la puesta de un atardecer, las mínimas en las máximas estéticas esa es su maquina, bajar un cambio a la pulsión y que el yo sea manejado por uno. Allí arma sus conformaciones espaciales, lo postural, las formas plásticas, los sonidos, el ritmo del paseo, el oído prestado a lo natural que bordea o esta dentro de uno, lo que trasvasa, transmuta, atento a la existencia “ Y luego caminar: los brazos oscilan, se engolfan en las piernas, solo hay piernas rupestres invariables. La voluntad, natural; el esfuerzo imperceptible; moscas inaudibles; el cuerpo ajustado a la intemperie: a eso llama el Tao perfección (risas).En un primer espacio se aprende a respirar, beber. Caminar. Comer. Y -nada fácil- a defecar”. La palabra como soporte del sistema, la ruptura de ideas, es cuestión del instante ya que el presente ya se fugó “el viejo idioma está archivado en las aguas del Leteo el nuevo idioma a base de bisílabas anglosajonas. Manejan un vocabulario de unas mil doscientas palabras… que más se necesita? Estamos en un universo de lo bello y por lo tanto simple, verdadero, necesario. Como decía Ponge la belleza puede estar en un simple vaso de agua cuando el poema es la sed “Dio unas puntadas más al escarpín negro y las remató con un golpe fuerte de hilo. Planchó y almidonó todos los cuellos y puños…bebió una tisana, fregó la taza…tendió 12 años el lecho nupcial…sumergió las manos en todas las fuentes hondas en que sirviera frambuesas…. Y con esas manos desbandalló los periódicos… subió y bajó las escaleras paseando la victoria de los dedos índice y corazón...”.  Lo que implota, se elige, se rechaza, lo que va al costado, las transversalidades de la libido, el hundimiento de la territorialidad en otra territorialidad esa es  la cartografía del alma que avanza, un sinsaber en ese registro posible de la cotidianidad. Un mundo percibido. Una suma de cuerpos, componentes, la curvalidades posturales de la osamenta, el cuerpo aural, el biológico, el mental, el de los cambiantes pensamientos, todos juntos en el trabajo de estar ahí, en la instalación de un yo soy aquí-allá, una recomposición de carácter estético haciendo su constelación Kozer. Todos los elementos nos habitan, nos dice “aprender de la piedra tres lecciones:  imperturbabilidad…. Porosidad…. Monotonía.. en su poema Piedra inmaterial. 



Las formas de percibir y describir lo que los sentidos captan montado a una memoria sensitiva donde la imaginativa hace campo, donde moldea su pan, su momento de eucaristía, ese compartir lo que nos es dado y los mil colores y tonos de una voz que viene a completar universos incorporales llenados y vaciados en el devenir de un flujo de escritura, camino, pasos dados del que ve y es feliz en cada paso del trayecto del estar agradecido y bendecido por el aire, el sol y los elementos que se combinan para estar y poder  ser con.  “Nos vamos o regresamos no sabemos exactamente que es mucho todo esto no hay para qué alterarse : la forma de una isla es de configuración tautológica como el que dice aquí nací sobre el lomo de alguna palabra” .José Kozer escribe, respira, es en cada instante, busca la belleza de lo verdadero como algo esencial que ve en las cosas de su cotidianidad como leer, escribir, meditar en una unidad de atemporalidad llenando un territorio. “Los solsticios van y viene, me tumbo bajo una mata de guira, el reloj pulsera relumbra, estoy desnudo, todavía saboreo el café, la cucharada de azúcar prieta, iré a vivir a los hormigueros cuando estire, nada de vísceras complicadas la reencarnación...”. Es un diario de viaje sus cerca de 75 libros y de entendimiento y observación de un día feliz con ese afán de vivir vaciando la cabeza de la inmóvil condición más allá de la carne, una razón de ser y poner sus mil y un brazos para el transmutar, cambiar algo porque es necesario cambiar, vivir, mutar por ley vital, así creo que es su mirada sobre los astros.
Il miglior fabbro, decía Ezra Pound, podemos decir de José Kozer uno de los mejores artesanos de la palabra en nuestra lengua de hoy día.


Fragmentos de poemas utilizados de sus libros: La garza sin sombras, Un día feliz, Carece de causa, Un asterisco Polonia.




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