José Kozer. “Inmemorial la cicatriz que
dejó en el aire”. Por Pablo Queralt.
El poema en José Kozer es como su vivir,
pasa de uno al otro estado sin el menor sobresalto, resalto, es un continuo
fuera de la bipolaridad, léase alegría- tristeza, amor- odio, temerario- temeroso,
para transitar por los cinco elementos a cada paso del día cumpliendo su
mandala, como quién pasa del momento de la madre o del padre al del hijo- “mis hijas podrían respirar mi muerte en el
polvo del camino, el polvo tendría que dejarse llevar por la brisa de la tarde”.
Esta lo ácido, lo amargo, el dulce, lo salado, el picor, pasa por la madera que
enciende el fuego o en la tierra prolifera árboles, esta el agua, el metal de
los melancólicos esta todo en él y su poesía, todo lo vital da su registro del
día completando el ciclo en uno. Cada vuelta con la minuciosidad en lo vivido,
en el detalle como un medito- grama o grafía de expansión, disolviendo las
categorías tiempo-espacio, ahí se mueve ese su sendero, su inspirar, expirar
ese intercambio con las cosas como haría el tibetano. Un dejarse llevar a donde
llevan las cosas que se le presentan y ahí su decisión su firmeza, ¿astucia?
Elegir, para? Por que? Como? Donde? Son sus puntos cardinales las preguntas, no
importan tanto las respuestas, él en el fondo tiene sus certezas: el té
caliente, la fragancia de las hierbas, la puesta de un atardecer, las mínimas
en las máximas estéticas esa es su maquina, bajar un cambio a la pulsión y que
el yo sea manejado por uno. Allí arma sus conformaciones espaciales, lo
postural, las formas plásticas, los sonidos, el ritmo del paseo, el oído
prestado a lo natural que bordea o esta dentro de uno, lo que trasvasa,
transmuta, atento a la existencia “ Y
luego caminar: los brazos oscilan, se engolfan en las piernas, solo hay piernas
rupestres invariables. La voluntad, natural; el esfuerzo imperceptible; moscas
inaudibles; el cuerpo ajustado a la intemperie: a eso llama el Tao perfección
(risas).En un primer espacio se aprende a respirar, beber. Caminar. Comer. Y -nada
fácil- a defecar”. La palabra como soporte del sistema, la ruptura de
ideas, es cuestión del instante ya que el presente ya se fugó “el viejo idioma está archivado en las aguas
del Leteo el nuevo idioma a base de bisílabas anglosajonas. Manejan un
vocabulario de unas mil doscientas palabras… que más se necesita? Estamos
en un universo de lo bello y por lo tanto simple, verdadero, necesario. Como
decía Ponge la belleza puede estar en un simple vaso de agua cuando el poema es
la sed “Dio unas puntadas más al escarpín
negro y las remató con un golpe fuerte de hilo. Planchó y almidonó todos los
cuellos y puños…bebió una tisana, fregó la taza…tendió 12 años el lecho
nupcial…sumergió las manos en todas las fuentes hondas en que sirviera
frambuesas…. Y con esas manos desbandalló los periódicos… subió y bajó las
escaleras paseando la victoria de los dedos índice y corazón...”. Lo que implota, se elige, se rechaza, lo que
va al costado, las transversalidades de la libido, el hundimiento de la
territorialidad en otra territorialidad esa es
la cartografía del alma que avanza, un sinsaber en ese registro posible
de la cotidianidad. Un mundo percibido. Una suma de cuerpos, componentes, la
curvalidades posturales de la osamenta, el cuerpo aural, el biológico, el
mental, el de los cambiantes pensamientos, todos juntos en el trabajo de estar
ahí, en la instalación de un yo soy aquí-allá, una recomposición de carácter
estético haciendo su constelación Kozer. Todos los elementos nos habitan, nos
dice “aprender de la piedra tres
lecciones: imperturbabilidad….
Porosidad…. Monotonía.. en su poema Piedra
inmaterial.
Las formas de percibir y describir lo que los sentidos captan montado
a una memoria sensitiva donde la imaginativa hace campo, donde moldea su pan,
su momento de eucaristía, ese compartir lo que nos es dado y los mil colores y
tonos de una voz que viene a completar universos incorporales llenados y
vaciados en el devenir de un flujo de escritura, camino, pasos dados del que ve
y es feliz en cada paso del trayecto del estar agradecido y bendecido por el
aire, el sol y los elementos que se combinan para estar y poder ser con. “Nos
vamos o regresamos no sabemos exactamente que es mucho todo esto no hay para
qué alterarse : la forma de una isla es de configuración tautológica como el
que dice aquí nací sobre el lomo de alguna palabra” .José Kozer escribe,
respira, es en cada instante, busca la belleza de lo verdadero como algo
esencial que ve en las cosas de su cotidianidad como leer, escribir, meditar en
una unidad de atemporalidad llenando un territorio. “Los solsticios van y viene, me tumbo bajo una mata de guira, el reloj
pulsera relumbra, estoy desnudo, todavía saboreo el café, la cucharada de
azúcar prieta, iré a vivir a los hormigueros cuando estire, nada de vísceras
complicadas la reencarnación...”. Es un diario de viaje sus cerca de 75
libros y de entendimiento y observación de un día feliz con ese afán de vivir
vaciando la cabeza de la inmóvil condición más allá de la carne, una razón de
ser y poner sus mil y un brazos para el transmutar, cambiar algo porque es
necesario cambiar, vivir, mutar por ley vital, así creo que es su mirada sobre
los astros.
Il miglior fabbro, decía Ezra Pound,
podemos decir de José Kozer uno de los mejores artesanos de la palabra en
nuestra lengua de hoy día.
Fragmentos de poemas utilizados de sus libros: La garza sin sombras, Un
día feliz, Carece de causa, Un asterisco Polonia.
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