HORAS EN ESTE PERIÓDICO QUE NO QUIERO 2. Yves Bonnefoy. Traduce Pablo Queralt.
Encuentro el cuaderno, todavía un poco
tanteando, lo abro, garabateo palabras. Este resplandor, son estas grandes
nubes que pasan delante de mis ventanas que están abiertas, pero aquí hay un
rayo de sol deslizándose entre ellos, él presenta el día en mi mesa, toca mi
mano, toma el lápiz, el decolora el sueño. Nada incomprensible. Y así es la
expresión de sus primeros números, ese secreto que yo había percibido? Yo de
eso no tengo más que esas sombras de recuerdo a las que no se sabe más dar
forma ni contenido cuando llega el fin del sueño nocturno. Se cree poder volver
a ver dando cara, no, eso no es más que un reflejo en una puerta vidriada, y
ella ya ha vuelto borra toda su imagen. Yo estaba en esas grandes nubes rojas
como dentro de esos paños de otro sueño.
Y este es el presente delante de mi, el mundo
como se muestra cuando él se hace canto, cosa tras cosa se retira en sí, se
reduce a su momento de aparición haciendo regresar a la vida a esa otra y única
evidencia que es el canto del gallo, el ladrido de un perro, en la ruta, el
ruido lejano de un auto que pasa. Es como si esas nubes rojas hubieran sido
grandes manchas de tinta en las cuales dormían figuras fantasmagóricas, y ellas
son millones pero si se las observa bien, si se quiere verlas más profundamente
esas que se deshacen en vapor, es el bello camino delante de la casa, con sus
grandes castaños, que fueron plantados formando una hilera hace ya algún
tiempo, mal brotados, que va a hacer que el jardinero vuelva a emprolijar.
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