Marilyn
Contardi. Por Pablo Queralt.
En constante inconstancia la obra poética de
Marilyn Contardi se explaya sobre la naturaleza viva y muerta que la rodea, de
interiores y exteriores.
“Siento a la naturaleza recogida vuelta sobre
si misma esperándome” dice y hacia allí se arroja, cargada con sus propias
sensaciones creando en palabras y silencios la realidad que ella ve. Crea su
luz, las diluciones del día, del aire, forman parte de su ritmo inspiratorio,
donde vive y es, y el espiratorio como una mano ardiente que comunica cierto
secreto o persuasión o aceptación de
esos momentos del encuentro. Lo anterior y lo actual que da sostén a sus poemas
en la estética de campo que va queriendo reflejar, como decir pase por allí y
aquí ahora lo entrego y es una forma de revisita, que nunca termina es presente
en el presente. Sale de sus insights con holgura elegancia y ruptura del tiempo
como unidad de vida. La vida que propone es la de los lugares, los
rincones donde fulgura. Utiliza el
tiempo en un alargar, estirar de los momentos con repeticiones “hay, hay o quia
quia” como expansores del poema.
En una ebriedad de infancia del que vuelve y del
que esta aquí, buscando un saber que es resplandor en la nieve o tal vez
estrella en la almohada.
Un fondo de espejo, un encuentro de luz y sus
ojos en un mar remoto del cuál las gaviotas traen la información. No es el
hecho lo que interesa, lo que se dice sino lo que subyace, la forma y belleza
en que resume lo verdadero, necesario. Allí donde esta la confusión se ve al
poeta, al sensorio capaz de dar respuesta, sobrevivir con alegría. Que puede
decir la rosa que no haya dicho ya. Lo que importa es lo que no se dice, ser un
apasionado observador, lector y por supuesto escritor de ese alfabeto
indescifrable.
Va en busca de esas animas que hicieron el
camino, las vacas entrando en el corral, todo tan intangible, intocable en esa
danza de ángeles que hacen el fondo del poema, lo que se ama sin saberlo.
Es el vestido de la infancia lo que la
costurera construye con delicados hilvanes y sedas de ese aire guardado que
vuelve a traer o sea a hacer vivir. Todo esta esperando en el mismo lugar es
cuestión de empezar. Dejar que las mariposas invadan el cuarto. Que la luna
empiece a brillar para ver el camino. Abrir el libro para ser feliz.
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