jueves, 30 de mayo de 2019


Marilyn Contardi. Por Pablo Queralt.

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En constante inconstancia la obra poética de Marilyn Contardi se explaya sobre la naturaleza viva y muerta que la rodea, de interiores y exteriores.
“Siento a la naturaleza recogida vuelta sobre si misma esperándome” dice y hacia allí se arroja, cargada con sus propias sensaciones creando en palabras y silencios la realidad que ella ve. Crea su luz, las diluciones del día, del aire, forman parte de su ritmo inspiratorio, donde vive y es, y el espiratorio como una mano ardiente que comunica cierto secreto o persuasión o  aceptación de esos momentos del encuentro. Lo anterior y lo actual que da sostén a sus poemas en la estética de campo que va queriendo reflejar, como decir pase por allí y aquí ahora lo entrego y es una forma de revisita, que nunca termina es presente en el presente. Sale de sus insights con holgura elegancia y ruptura del tiempo como unidad de vida. La vida que propone es la de los lugares, los rincones  donde fulgura. Utiliza el tiempo en un alargar, estirar de los momentos con repeticiones “hay, hay o quia quia” como expansores del poema.
En una ebriedad de infancia del que vuelve y del que esta aquí, buscando un saber que es resplandor en la nieve o tal vez estrella en la almohada.
Un fondo de espejo, un encuentro de luz y sus ojos en un mar remoto del cuál las gaviotas traen la información. No es el hecho lo que interesa, lo que se dice sino lo que subyace, la forma y belleza en que resume lo verdadero, necesario. Allí donde esta la confusión se ve al poeta, al sensorio capaz de dar respuesta, sobrevivir con alegría. Que puede decir la rosa que no haya dicho ya. Lo que importa es lo que no se dice, ser un apasionado observador, lector y por supuesto escritor de ese alfabeto indescifrable.   
Va en busca de esas animas que hicieron el camino, las vacas entrando en el corral, todo tan intangible, intocable en esa danza de ángeles que hacen el fondo del poema, lo que se ama sin saberlo.

Es el vestido de la infancia lo que la costurera construye con delicados hilvanes y sedas de ese aire guardado que vuelve a traer o sea a hacer vivir. Todo esta esperando en el mismo lugar es cuestión de empezar. Dejar que las mariposas invadan el cuarto. Que la luna empiece a brillar para ver el camino. Abrir el libro para ser feliz.    

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