Mirada adentro. Li Young Lee. Por Pablo Queralt.
La infancia siempre esta presente en todo buen
escritor. Algún detalle lo revela o sino también es el idioma del vivir o
sobrevivir. Esa es su identidad la palabra en su mirada de mundo. Como una
expansión de fotografías, ventanas, enseñanzas. Es él entre el deseo y el
éxtasis buscando su refugio: ser feliz. Todas las caras que están del otro lado
de la cara del reloj, esas que le enseñaron a no esperar a morir para decir
cuantas cosas quise y no hice. Un padre, una madre, como una luz que se
consume. Volver al patio, a los secretos, a los compañeros. Y si esto es un
sueño de Dios y viene alguien a despertarlo?. Tal vez sean las noticias, un
juego que todos juegan sin saberlo, tal vez. Li sigue su idioma familiar
creando su mundo nuevo, a partir de lo dado. El mejor cielo esta acá en la
tierra y es mejor vivirlo. Sin saber la primera ni la última página, ese es su
libro, un discurrir, un modo de estar, ser ahí. Ocupa ese universo intemporal, y
va por campos incorpóreos su máquina. Como si su escritura hubiese encontrado
el lugar, su lugar. A partir de sus ojos arrancados al no podemos quedarnos
aquí y no tenemos adonde ir. Ese deambular transita sus versos, un rescate, un
andar por las orillas, todo eso que se alarga y ha de durar toda una vida. El
tiempo es el país. En la primera oscuridad esta la primer luz. Es ese nuevo
idioma que el padre le explica al hijo. Alguien que quiere cantar pero no sabe
canciones, y sabrá si canta bien? Toda su música va en palabras que distribuye
con sentido de sabiduría en la hoja. Es que alguien que ha perdido el lugar de
origen... decía Sócrates cualquier cosa menos el exilio. En su máquina estética
revela las distintas dimensiones de los sentidos y sensorios que van en un
incesante movimiento artístico y de lo vivido. Esa experiencia en esferas de
universos incorporales traducen una mirada, una forma de vivir. Materia, alma,
cosa, hombre rimados en espacio- tiempo, en su misterio, en ese macrocosmos en
el goce del pasaje al poema. Y el poema da la respuesta. Es la identidad del
poeta. Hay una territorialización estética y de sustancia y esencia por encima
de la realidad. En un ir hacia regiones no regidas, nos lleva su poesía, en ese
desinterés que siente el alma por el espacio-tiempo. En la voz del viajero
puede escucharse toda una vida por que al fin y al cabo hablar es no acertar,
por eso cantemos si al fin “el hombre es un secreto que se ciega a sí mismo”. Y
el principio de nuestro conocernos es el principio de la misma realidad. Si el
mundo es oscuridad siempre encuentra un camino hacia otra mano, como su libro
dando vuelta las sombras de la página como olas.
Mirada adentro. Editorial Vaso Roto.