UNA FIESTA DE ANIVERSARIO. Y Bonnefoy. Traducción Pablo Queralt.
Que hermosa reunión esta noche en los jardines
de esta antigua mansión del boulevard Saint Germain! Muchos amigos están aquí a
quienes les gusta estar juntos, algunos años después, si fuera posible por
siglos.
Pero lo que me sorprende es que entre ellos hay
algunos que no son los de siempre. John que llega de Oxford donde estudia, es
una vieja mujer toda achacada, su pelo blanco desordenado, con una hermosa
sonrisa.
Este hombre de espalda estrecha con rasgos
huecos, ojos inquietos buscando los míos, pero es la pequeña Jeanne que se ha convertido
en la gran escritora, o en una pintora de un siglo ido- es este Elsheimer, es
este Dante? Entonces yo veo que él me hace el honor, probablemente por
malentendido, de dirigirme la palabra. Yo no hubiera esperado de su parte una
postura muy noble, con una mirada fría o distante, no, son solo dos manos
temblorosas, excepto que sus dedos están muy apretados en una pequeña bola de
goma amarilla: para este amigo de siempre, es todo lo mismo también o todavía
la pequeña Jeanne con su sabido vestido a rayas, con sus faldas demasiado
largas.
Y a nuestro alrededor que inquietud tengo y
creciendo y esos hombres y esas mujeres altas algunos enmascarados gritando su
felicidad en este sol, que ahoga sus voces y risas en el deslizamiento de sus
sombras!
Voy a uno que esta un poco apartado, donde las
losas de la terraza se van convirtiendo gradualmente en césped. Es joven, viejo,
hombre, mujer, me contestará en francés, en italiano, en inglés o en uno de
esos idiomas desde el azul lejano o desde el fondo del tiempo del que ignoro
todo, como saber? Ocre, amarillo, pronto
vagamente ocre rojo su pullover, pero ya completamente roja la bufanda que se
anudó encima. Alejémonos de él, les dije. Ves este camino tan desordenado que
cruza el césped apacible? Estos arbustos altos y espinosos, estos nidos
acostados dentro, casi bloqueando el camino, y ahora estos enormes robles agitados
por el viento y por debajo, muy abajo en el abismo, donde descendemos poco a
poco, estas zarzas y moras que nos gustaba recoger, te acuerdas? Aquí estamos
en el bosque, amigo mío. Es oscuro, es áspero y salvaje, nuestro camino se
pierde allí, estamos en el medio de nuestras vidas no es así? Vamos a
encontrarnos con esas extrañas bestias… La lonza, no?
Quién es usted ? grita horrorizado.
Quién soy? Como saber? Qué vestimenta me roba,
de lo que podría haber sido mi vida? te tomo de la mano, adolescente que eras,
no te resistas, te arrastro bajo la cubierta de los grandes robles, tendremos
miedo, será oscuro, serán estas bestias las que yo decía, pero pronto veremos
brillar esta estrella en la cima de una colina, y de pronto…
Que has visto? Que has oído?
Visto nada. Me imagine que estaría allí, puedo
gritar “pero eres tú…?” Allí estos
árboles, estas bestias, incluso estas piedras, me dices que allí no existen. Retiras
bruscamente las cortinas de los árboles, ¡nadie! Y por lo tanto no hemos oído?
Si, una voz.
Yo escucho. Que son estos golpes, sordos,
irregulares, impetuosos? Nada más que voces de niños, sus disputas en el jardín
donde juegan, tan tarde ahora en la oscuridad… Ah, mi amigo, es cierto que allá
abajo, como aquí y allá no hay luz excepto de noche, por la noche?
Voy, es un camino muy estrecho que serpentea
detrás del pueblo. Setos que lo bordean pero por sus claros que son numerosas
veo un poco de una llanura inmensa que un resto de sol colorea. Bien conmovedor
en este país vecino al mar Báltico la forma en que lo lejano se hace horizonte,
lo visible de lo indistinto, los colores de las napas del silencio. Voy, se que
pasaré por una casa que la cubre sus grandes árboles, y ahí es donde juegan estos
niños, se diría infinitamente. Voy. Las hojas ya secas caen de las altas ramas,
polvo de oro. Y pasan por encima de mí cantando lor lai un vuelo de grullas que
durante unas semanas de cada otoño se reúnen muy cerca de aquí, estoy aquí
donde estoy y amo vivir.
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