ZURITA
UNA VELOCIDAD DE UNIVERSO.
Por
Pablo Queralt.
Un montaje supersónico de imágenes, ideas,
sentidos que van en direcciones diversas, paisajes por donde el sufrimiento pasó. Esa es la translación que
propone Zurita en sus poemas escena-acción. Estética de los nadies, aquello
desaparecido que en los parpados del cielo se hacen nuestros un sueño donde nadie muere ese es su
canto. Rescata lo que hay vivo, aquello
que se mantuvo aun muerto, desaparecido, vigente en ese espacio de tiempo que
nunca dejó de mirarnos.
La incertidumbre, la confusión que da su pique,
sus palabras, la enseñanza el signo que debemos entender para seguir.
Una velocidad Zurita donde vemos pasar las
cosas como en un formula 1 resucitando horizontes, con esa nitidez de aquello
que decía: estás muerto pero ahora estas vivo.
Es un regresar a la casa para contar de ese
campo incorporal donde se estuvo llenando el espejo de lo perdido y zumbó por
dentro en su umbral de lo neurotransmitido, un gemido entrecortado que se oye y
no se oye. Espacios alucinantes montañas, estrellas, flores, nieve, abismos,
ese granizo que no deja de caer. Todo se incendia cielo arriba, ese torbellino
en la luz que va y vuelve del campo de batalla. Todo lo consumado, todo fue
consumido, las cales blancas de los muros ahora son plástico, es el INRI de los
muertos y desaparecidos. Es la vida que vuelve de los que fuimos asesinados,
rotos en esta resurrección de los libres del mundo que responden “Oh juremos con gloria morir”. Si esta es
su verdad, su canción, un grito último.
La poesía de Zurita irrumpe, no pide permiso,
entra se apodera del espacio texto y hace su crónica de todos los amores
muertos que fuimos. Observa, pregunta, se pregunta, y profetiza o asegura un
devenir. Él oye, escucha como ver de nuevo. Y narra ese escenario que pone en
el papel, un rostro es una flor en el
desierto tal como el desierto es una noche para las flores. Y se convence
que las flores nos aman con un amor que nuestra patria nunca nos dijo y a la
vez que aún las flores muertas nos aman. En un todo subiendo al cielo.
Se traslada en la universalidad del mar, cielo,
cordillera con su fuerza expansiva contraponiendo la soledad, el horror, el
terror del desaparecido muerto, creando un estilo poético de narrar con todo
eso que envenena el aire, en una suerte de Truman Capote o Rodolfo Walsh
poético.
El espacio del poema es la inmensidad y allí el
encuentro álmico. Los muertos y los vivos encuentran su paisaje inexistente
para el que no esta atento y los poemas de Zurita son los signos y señales
significantes de esa noción, espacio del vacío que es llenado y así
sucesivamente en esa cadena, enlaces de poemas.
Sus poemas, como cuerpos arrojados, flores
existentes o inexistentes, ruta de la soledad surcando un océano, liberándonos
de lo encerrado, para que el tiempo de la vida no se nos pase deseando sin
conocer. Algo que perviva más allá de morir. Hay un todo Zurita buscándonos pedazo a pedazo, como un país
desmembrado que volviera a juntarse. Esa idea de totalidad de un todo que
emerge de una virtual ilusión de separatividad, como olas de un mar que ondula
levantándonos de nuestros cadáveres.
Algunos de sus poemas son volcánicos nos lleva
en esa erupción a flor de piel, en una invitación a una fiesta de los sentidos.
Ese “ser-ahí”.
Una voz que expande su universo, su real, la
reactualización de un antes, en un ahora, mezclado reterritorializando una
unidimensionalidad desde una polifonía estética, el sentido pleno de la máquina
sensible.
Poemas como ecosistemas que buscan el gusto por
vivir, un territorio existencial donde encontrarse, un presente que nos salva.
Un universo transpolado de líneas de fuga, en
una intensidad que va desde lo finito a lo infinito y así en círculos que
avanzan en las líneas del poema, en la caosmía del movimiento. El holograma
entre ser y no ser, en esa nada, vacío en que el poema arremete. Zurita es el
testigo. Instala un habitat de recomposición, una forma de ser, su matrix.
2 poemas
*
Escuchamos caer el mar, las cumbres, las llanuras
y eran nuestros cuerpos ciegos los que se
derrumbaban amontonándose debajo de las
piedras. Las margaritas gimen y tal vez ellas son
los dedos que nos palpaban tocando en nosotros las
vaciadas costas. Quizás es común para las flores.
En una tierra enemiga es quizás común que las
margaritas se doblen tocándonos en el mar
desmoronado. En una tierra enemiga tal vez las
margaritas palpen subiendo en sus dedos las
montañas.
.
*
.
Están la cordillera de los Andes y
el Pacífico
abrazados debajo de las piedras.
Las margaritas
crecen en la primavera. Tal vez la
primavera
crezca. Tal vez las montañas y el
océano
abrazados se levanten desde abajo
de las piedras
y sean margaritas de la nueva
primavera.
Bruno, Susana, tal vez sus cuerpos
se levanten
desde debajo de las piedras. En
una tierra enemiga
es cosa común que las margaritas
sostengan la
nieve que quedó de los cuerpos en
la
primavera.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario