jueves, 25 de julio de 2019

Rafael Espinosa. El vaquero sin agua en la cantimplora. Por Pablo Queralt.



Un vaquero sabe que como hay que parar en el desierto para descansar y luego seguir, hay que tener H2O. Porque la sed existe y sino se calma comienza la confusión y el principio del fin. Hay un sendero adentro y otro afuera, con eso es que hace el poema Espinosa. Un aquí -allá, un pasado para demoler, un presente para dispersar y un futuro para morir, eso dice el oráculo.  Eso es lo que derrotan algunas parejas, el elixir es saber amar, y Espinosa bien lo sabe. Entonces suena música de Evangelio, y se espía el mundo, con eso se hace una vida, la cosa y la abstracción de la cosa. La idea es una opción y no creó las cosas, esa relación que crece entre las palabras y las cosas, como bien nos contó Foucault. Y Espinosa además nos cuenta que los sentidos nos engañan a veces generan ira, melancolía, lujuria, como si quisiéramos atrapar el mundo. Cuál es la realidad entonces? La restitución nace de la bondad de ver pasar sin sentido el tiempo. El testigo, el poeta es el que observa, hay un adentro y un afuera, cuál de los dos prevalece? El poeta nos dice El mundo cumplió con dejarnos entrar y retirarse luego. Tocar, conocer es todo lo que tenemos, lo demás fenece. Como una cuestión de hacer conciencia y hacerse real.
La única casa es uno, no hay salvación más que solo allí, lo demás es perentorio, esa nada, esa selfie imaginaria de nosotros. La felicidad en los ceibos, casuarinas, poncianas, cerezos, la naturaleza vegetal presente como también el reino animal en las aves,( pelícanos, gaviotas, gaviotines, playeritos y otros) hacen su mundo en la mente en un sentimentalismo que nos une, hermana.
Yo con los demás y con el todo, un mundo natural, un ecosistema que reina en nosotros de lo que conocemos, un jardín se contiene a sí mismo, que nuestros ojos profundos traducen. Donde las maquinas deseantes se aquietan. Como volver al estado del cero, naciente para una practica creativa. Donde somos ilimitados, donde nuestra mirada dejo de ver
campos limitados. Es otro el devenir humano. Me pueden echar de mi vida pero no de mi mirada.
Y acerca de vivir aconseja, vivir no con una quemadura en la memoria. La vida como lluvia donde caen los secretos en lo austero, lo simple de vivir dentro de los ojos si es que vivir es un asunto natural.
Pescas y plantaciones sirven de escenario para aprender a respirar en la pagina palabra a palabra, tomar una forma de la felicidad, la de haber vivido la antología sin que se le escape el secreto.
La voz interior que pastilla a pastilla hace el poema, la sabiduría, la canción que puede cantarle a la vida para poder ver el poniente y poder verse la espalda. Sol y luna en el mismo acto, en una ruta de autoconstrucción, buscar ese aire que infla en los pulmones y permite volar, sobrevolar el territorio de existencia, el cuerpo del fantasma, la transversalidad instalando habitats.
La potencialidad de lo acontecido y la expresión del sensible al sumergirse en esa zona de ser con todos donde se pierden las coordenadas.
Registros de mundos de distintas intensidades, flujos de persistencias, trazando un mapeo de universalidades no dimensionadas. Una abstracción articuladora de un aire que se aferra al vacío y allí en la soledad del Ego mirar un tiempo para despedir una estrella de cine y dar la bienvenida a la estrella de tu vida, y allí ser. Este libro es una forma de Ser, el que nadie te puede enseñar, excepto uno. Un camino. Un libro que no te deja escapar. Los gorriones del barrio, los preámbulos del sexo, los óvulos, los bañistas, las películas de amor, el ardor en los ojos, las palabras en las pupilas. Farmacias donde se vende sin receta, camposantos donde amenguar el dolor y que el recuerdo nos permita crear la herida de una herida, así los poemas para no desplomarnos en el llanto. Aquello que no da Netflix, ni el Tinder, ni la play, aquello que construimos con lo que nació para perderse o con lo que vamos perdiendo, los que llegamos siempre tarde donde nunca pasa nada.
Pasamos el humo, la bruma para ver que olvidamos por completo lo vivo, y nunca olvidamos lo muerto. Así somos. Aprendiendo a vivir en sinónimos de realidad, como Humphrey en Casablanca cuando deja a Ingrid. En esa potencia estética. Una hoja en blanco, un cielo limpio por venir.  



Libro El vaquero sin agua en la cantimplora. Rafael Espinosa. Editó Caleta Olivia.

jueves, 18 de julio de 2019

ZURITA UNA VELOCIDAD DE UNIVERSO.
Por Pablo Queralt.




Un montaje supersónico de imágenes, ideas, sentidos que van en direcciones diversas, paisajes por donde el  sufrimiento pasó. Esa es la translación que propone Zurita en sus poemas escena-acción. Estética de los nadies, aquello desaparecido que en los parpados del cielo se hacen nuestros un sueño donde nadie muere ese es su canto.  Rescata lo que hay vivo, aquello que se mantuvo aun muerto, desaparecido, vigente en ese espacio de tiempo que nunca dejó de mirarnos.
La incertidumbre, la confusión que da su pique, sus palabras, la enseñanza el signo que debemos entender para seguir.
Una velocidad Zurita donde vemos pasar las cosas como en un formula 1 resucitando horizontes, con esa nitidez de aquello que decía: estás muerto pero ahora estas vivo.
Es un regresar a la casa para contar de ese campo incorporal donde se estuvo llenando el espejo de lo perdido y zumbó por dentro en su umbral de lo neurotransmitido, un gemido entrecortado que se oye y no se oye. Espacios alucinantes montañas, estrellas, flores, nieve, abismos, ese granizo que no deja de caer. Todo se incendia cielo arriba, ese torbellino en la luz que va y vuelve del campo de batalla. Todo lo consumado, todo fue consumido, las cales blancas de los muros ahora son plástico, es el INRI de los muertos y desaparecidos. Es la vida que vuelve de los que fuimos asesinados, rotos en esta resurrección de los libres del mundo que responden “Oh juremos con gloria morir”. Si esta es su verdad, su canción, un grito último.
La poesía de Zurita irrumpe, no pide permiso, entra se apodera del espacio texto y hace su crónica de todos los amores muertos que fuimos. Observa, pregunta, se pregunta, y profetiza o asegura un devenir. Él oye, escucha como ver de nuevo. Y narra ese escenario que pone en el papel, un rostro es una flor en el desierto tal como el desierto es una noche para las flores. Y se convence que las flores nos aman con un amor que nuestra patria nunca nos dijo y a la vez que aún las flores muertas nos aman. En un todo subiendo al cielo.   
Se traslada en la universalidad del mar, cielo, cordillera con su fuerza expansiva contraponiendo la soledad, el horror, el terror del desaparecido muerto, creando un estilo poético de narrar con todo eso que envenena el aire, en una suerte de Truman Capote o Rodolfo Walsh poético.
El espacio del poema es la inmensidad y allí el encuentro álmico. Los muertos y los vivos encuentran su paisaje inexistente para el que no esta atento y los poemas de Zurita son los signos y señales significantes de esa noción, espacio del vacío que es llenado y así sucesivamente en esa cadena, enlaces de poemas.


Sus poemas, como cuerpos arrojados, flores existentes o inexistentes, ruta de la soledad surcando un océano, liberándonos de lo encerrado, para que el tiempo de la vida no se nos pase deseando sin conocer. Algo que perviva más allá de morir. Hay un todo Zurita buscándonos pedazo a pedazo, como un país desmembrado que volviera a juntarse. Esa idea de totalidad de un todo que emerge de una virtual ilusión de separatividad, como olas de un mar que ondula levantándonos de nuestros cadáveres.     
Algunos de sus poemas son volcánicos nos lleva en esa erupción a flor de piel, en una invitación a una fiesta de los sentidos. Ese “ser-ahí”.
Una voz que expande su universo, su real, la reactualización de un antes, en un ahora, mezclado reterritorializando una unidimensionalidad desde una polifonía estética, el sentido pleno de la máquina sensible.
Poemas como ecosistemas que buscan el gusto por vivir, un territorio existencial donde encontrarse, un presente que nos salva.
Un universo transpolado de líneas de fuga, en una intensidad que va desde lo finito a lo infinito y así en círculos que avanzan en las líneas del poema, en la caosmía del movimiento. El holograma entre ser y no ser, en esa nada, vacío en que el poema arremete. Zurita es el testigo. Instala un habitat de recomposición, una forma de ser, su matrix.
  
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2 poemas

*
Escuchamos caer el mar, las cumbres, las llanuras
y eran nuestros cuerpos ciegos los que se
derrumbaban amontonándose debajo de las
piedras. Las margaritas gimen y tal vez ellas son
los dedos que nos palpaban tocando en nosotros las
vaciadas costas. Quizás es común para las flores.
En una tierra enemiga es quizás común que las
margaritas se doblen tocándonos en el mar
desmoronado. En una tierra enemiga tal vez las
margaritas palpen subiendo en sus dedos las
montañas.
.
*
.
Están la cordillera de los Andes y el Pacífico
abrazados debajo de las piedras. Las margaritas
crecen en la primavera. Tal vez la primavera
crezca. Tal vez las montañas y el océano
abrazados se levanten desde abajo de las piedras
y sean margaritas de la nueva primavera.
Bruno, Susana, tal vez sus cuerpos se levanten
desde debajo de las piedras. En una tierra enemiga
es cosa común que las margaritas sostengan la
nieve que quedó de los cuerpos en la
primavera.
.


sábado, 13 de julio de 2019

Un espacio- Thom Gunn- Traducción Pablo Queralt.




El año en que los dolores terminaron, ellos tuvieron que fusionarse
En una última pena, con una sola propiedad:
Para verse a si mismo como una nube suelta perder el filo
Y separa, y deja un cielo vacío.

Viendo los porches Victorianos a través del cristal,
Desde el bus 6 ví a un amigo
Parado en una esquina para dejarnos pasar,
Un niño rubio de cuatro años tirando de su mano,
Que tirón aguantó con una leve sonrisa.
Conocí la sonrisa de ciertos pasajes
Hace dos años, por lo tanto no lo conocía bien,
Ya que tuvieron lugar en mi habitación y la suya.

Un joven admirable de aspecto robusto.
Dijo “elegí hacer esto con mi vida”.
Casualmente se reunió lo dijo del plan  
Que emprendió sin un amigo o esposa.


Ahora visiblemente tirado por su decisión
Caprichoso y ansioso. Así que este era su hijo!
Lo que admire de su auto permiso 
O era que se había apartado de todo lo que había hecho,
O fue, o había sido, incluso mientras transpuso
Las expectativas que sacó en la oscuridad
-del juego de Eros, características no reveladas-
En otro lanzamiento donde podría trabajar
Con la misma melodía, y optó
Por educar, permitir, guiar, alimentar, mantener caliente
Y amar a un niño para ser adoptado,
Aunque todavía estaba en blanco en un formulario.
El blanco ahora era carne, corriendo sobre su nervio,
El organismo de techo justo denso de encanto,
Su músculo trenzado agarrando lo que serviría,

Su tirón contrario, su propio brazo devoto.