DESDE UN
BALCÓN
El sol es una
naranja del Peloponeso
que tiñe
nubes y paredes revocadas,
veleros viran
hacia el mar.
Formas de
ciruelas damascenas persiguen la luz bajo las enredaderas;
Sombras se
abren camino,
entre los
espesos arabescos de encaje surcados en el marco.
Las colinas
son un fresco manchado de humo desflecado
tejados
estridentes como semillas de granada.
Los álamos
son las lanzas los de guerreros muertos
hace mucho
tiempo brotadas de un arroyo de dientes de dragón.
Desde esa
descolorida cúpula terracota
se alzan las
enruladas y guturales notas
de la misa
vespertina que se expanden
y desbordan en polifonía como la hábil trama
del tejedor,
a su paso el
humo que desaparece arrastrado
desde el arco
dorado de un incensario.
Al otro lado
de esta tenue imagen grabada,
un gato
blanco camina sobre un frio dintel de piedra.
Solo se oye
el lejano zumbido de una motoneta
circulando
por rutas estrechas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario