Ricardo Molinari un gran poeta. Por Pablo Queralt.
El que se para frente al día ventoso de otoño
que lo vio nacer y hoy a tantos años abandonado del tiempo le canta su oda.
Ricardo Molinari es una oda escrita en las páginas de su vida y de todo aquello
que interesa al escribiente, escritor. A través de su largo prolífico y copioso
oficio nos encandila de imágenes, palabras a su antojo utilizadas creando
campos de universos que enlazan con colores, incandescencias, claridades de
aire, días murmurantes donde descubre el
brillo en lo sombrío. Es el que vuelve retorna para mirar y allí lo sentido, la
sensación que rompe sobre lo observado como al pasar en el vagar por nubes y
planicies. Y ese sueño que va con el aliento tiniebla del anhelar ligero y que en
un suspiro de tanto estar consigo levanta el vuelo y es luz y muerte sin morir
que lo lleva. Es admirable como construye y deconstuye a la vez adjetivando y
dando potencia a lo que se dice, es una poesía de la fortaleza ante lo
irredimible. La templanza lo lleva en una escritura del si y del no. Ardiente y
callada sombra toma de mí, dice mis días idos, ansiosos días en su dueño. El
lenguaje que maneja al escritor para crear un nuevo idioma destruyendo, construyendo palabras que
compiten, se empujan unas a otras y crean lo inesperado, lo fantástico y
fantasmal. Dando un ritmo una maquina sensorial a un nuevo idioma hermético y
paisajista como un friso del ser jugado en cada paso del que se aleja del
sendero buscando la luz que su lírica le permite. Ese es su cuaderno, un
contrapunto entre la voz y la palabra construyendo sentido para olvidar que
vivió, es el neopathos de los griegos vuelto a su visión de vivir, a su Sur,
entre cielos y atardeceres hace su periplo, su peris pathos. Dejando toda
sucesión lineal avanzando en transposiciones se desplaza contemplando y
siguiendo el curso de cielos y pájaros y eligiendo una palabra con otra para
cambiar
el sentimiento como diría Manucho Mujica
Lainez, o el curso del sentido y sentimiento. Sus palabras pierden el anclaje a las leyes
del correcto significado, significante y del control de lo estipulado y pasan a
ser autónomas interdependientes de sus asociaciones como resultado de lo
diverso para dar sentido pleno. Trastocan el sentido y construyen bloques de
sensorio activo fuera del equivaler generalizado y de la unidimensionalidad
a través de la musicalidad de verso a verso y
esos saltos con incorporaciones de fragmentos de canciones o enhebrando coplas
populares o citas de quién se escucha a sí mismo por encima en esa salmodia
siempre cantando, generando un nuevo gusto por la vida, donde danza un mito
Molinari descabalgando antiguos mitos. Alguien que quiere llegar al otro por
los deshechos días entre nubes por el inconmensurable Atlántico, la vuelta de
toda huída, un regreso al nido, al Sur. En los mezclados ríos de la sangre, el
íntimo corazón de la vida, dice una totalidad en una cosmovisión de unidad. La
naturaleza viviente en los sentimientos habita sus largos poemas, odas,
construyendo formaciones de sentido y estado de cosas simplificando y expandiendo
la complejidad de existencias de los mundos. Un carácter discursivo de
expansión romántico, lírico, en todas las dimensiones que nos sacan y nos ponen
en otro mundo, estadio. Esa es su conformación maquínica poniendo la nueva noción
de escala. Es un ser polifónico infinito reconociendo un haber estado ahí dando
el secreto del momento, instante fuera del tiempo, en las distintas velocidades
que adquieren sus composiciones. Un drama y friso musical es su espacio de
planeta, energía y su ángulo de vista, configuraciones que extrae y actualiza
en una infinidad de existencias posibles. En su doble enunciación una finita y
la otra infinita incorporal, colmando su campo territorial, voz-palabra,
sustancia-esencia. Allí cabalga el poema Molinariano. El que exploró distintas
formas de escritura en un avance hacia su expresión. Las odas, las elegías,
sonetos. La prosa poética. Siempre siguiendo al zorzal que llama al dulce
tiempo y silba transparente para mirar donde el ayer y el hoy se miran las
cadenas. Esas cadenas que liberó de su vida y transitó como un esclavo más que
se escapó. Su casa siempre fue la poesía y salía
de
ella solo para ver y para traer por las noches el material de su escritura.