jueves, 9 de abril de 2020

HORAS EN ESTE PERIÓDICO QUE NO ME IMPORTA. Yves Bonnefoy. Traduce Pablo Queralt.



7 horas.  Me despierto. En mi mente todo está claro. Preguntas que me parecieron insolubles están presionando en mi espíritu pero es por sus respuestas, sus soluciones ahora evidentes, más que evidentes: es la luz misma, que ha tomado forma verbal. La secuencia de números primos, por ejemplo, es infinito, pero si, y sé por que, y es simple, lo demuestro fácilmente, tengo pleno acceso a esta interioridad de números que desanimó a los buscadores: y hay buen tiempo, todo es un cielo!  Otra cosa. Que quiso decir Mallarme cuando evocó, su “gran trabajo”, un libro, simplemente en muchos volúmenes? Cuando intentó llevar la palabra al infinito grado de cielo estrellado? El también estaba buscando en el hueco de los números. Los números fueron además su palabra, pero se estaba perdiendo, y yo mejor que él entiendo lo que quería, lo acompaño en su proyecto que vuelvo a visitar y que también – ay por que lo veo ilusorio- lo analizo palabra por palabra… Dios, existe? Rápido, tomo este cuaderno que veo en la mesa, el gris sobre gris, uno más oscuro que otro, en el resplandor del día que se levanta. Otros descubrimientos se anuncian, tengo que anotar todo esto.

Encuentro el cuaderno, todavía un poco tanteando, lo abro, garabateo palabras. Este resplandor, son estas grandes nubes que pasan delante de mis ventanas que están abiertas, pero aquí hay un rayo de sol deslizándose entre ellas, él presenta el día en mi mesa, toca mi mano, toma el lápiz, el decolora el sueño. Que significan esas pocas palabras que acabo de escribir?  Nada incomprensible. Y así es la expresión de sus primeros números, ese secreto que yo había percibido? Yo de eso no tengo más que esas sombras de recuerdo a las que no se sabe más dar forma ni contenido cuando llega el fin del sueño nocturno. Se cree poder volver a ver dando la cara, no, eso no es más que un reflejo en una puerta vidriada, y ella ya ha vuelto a cambiar toda su imagen. Yo entonces desperté, realmente desperté, yo estaba en esas grandes nubes rojas como dentro de esos jirones de otro sueño.


Y este es el presente delante de mi, alrededor mío, en mi, como el mundo se muestra cuando se desprende del sueño, cosa tras cosa se retira en sí, se reduce a su momento de aparición haciendo regresar a la vida a esa otra y única evidencia que es el canto del gallo, el ladrido de un perro, en la ruta, el ruido lejano de un auto que pasa. Es como si esas nubes rojas hubieran sido grandes manchas de tinta en las cuales dormían figuras fantasmagóricas, y ellas son millones pero si se las observa bien, si se quiere verlas más profundamente esas que se deshacen en vapor, es el bello camino delante de la casa, con sus grandes castaños, que fueron plantados formando una hilera hace ya algún tiempo, mal brotados, que va a hacer que el jardinero vuelva a emprolijar.      


Yo he soñado saberlo, lo he reconocido, he vuelto a la divina ignorancia. También tan silenciosamente como pude dentro de la casa todavía adormecida, giré la llave de la puerta que daba al jardín, yo salí, lo rojizo del cielo tiene todavía alguno reflejos sobre las dalias de la terraza invadida por la hierba: se podrá quitar la hierba, no, esta bien así como esta, fuera del tiempo. Yo empujo ahora la barrera sobre el camino, un poco chirriante. Se extiende bajo mis ojos el admirable horizonte sobre esa primavera que comienza, ligeras ondulaciones de sol da suaves colores que toman sus manos bien hacedoras. Yo voy a ir hasta allí donde la ruta y el horizonte y el cielo se juntan, con los árboles, de repente, pero la misma paz…. Y yo comprendo!


Yo comprendo, y que eso es simple, transparente! Donde estaba mi cabeza?  Estaba tan profundamente dormido hace solo unos momentos? Pero sí, esos árboles, allá abajo, los castaños todavía, a veces robles, alerces y también nubes que han dejado de ser  rojas- apenas un rosado sobre estas dos sombras de bufandas blancas, retenido todo contra esta colina donde hay, se dice, círculos de piedras, quizás tumbas- y también la hierba que mi pie aplasta y la alondra de debajo del seto que al ruido de mis pasos levanta vuelo, pero si, esas vidas, todas esas vidas que se evaporan del fango claro que parecen ser, son, van a ser un momento todavía, no más que la simple materia sino signos, en un texto que en una hora, al alba, propone al espíritu, desgraciadamente en vano cada día. Signos poco simples, seguramente. Las diferentes letras de esta lengua que, lo leeríamos, nos permitiría ser, parecen innumerables en su apariencia, pero aquí están ante mis ojos en toda su plenitud y delicia de la escritura invisible, y entre las palabras que esas letras forman esa alegría, que razón tan bella y apaciblemente respirable!  No queda más nada de estas formulaciones, ecuaciones, sueños de la última hora! Yo comprendo, descifro. Y entonces tengo la tarea de hacer entender esta palabra a aquellos que duermen todavía. Rápidamente, encuentro en mi bolsillo la libreta que llevo conmigo cuando empiezo
el camino. 


Aquí esta. Pero donde esta el lápiz que siempre llevo? Pienso en otro bolsillo, en otro todavía, yo busco, y es como si dentro de mi cama me volviera hacia la pared pero la luz del cielo raso está también de este mismo lado en reflejo en el crepi blanco, y escucho de nuevo el canto del gallo, los ladridos, el paso de un automóvil. Me pongo de pie, escucho. Que hay en mi espíritu? El hermoso poema de Matthew Arnold, Dover Beach, y especialmente su última estrofa. Estos versos de la noche serena, de la mar en calma, pero donde también resuena el ruido de los guijarros cuando la marea se mueve en la playa.           

Ah, love, let us be true
To one another! For the world, which seems
To lie before us like a land of dreams,
So various, so beautiful, so new
Hath really neither joy, nor love, nor light,
Nor certitude, nor peace, nor help for pain;
And we are here as on a darkling plain,
Swept with confused alarms of struggle and flight,
Where ignorant armies clash by night.

 Quién soy yo? Veo cerca de mi amigo, mi compañera, dormida todavía, ligeramente destapada. Y pienso en lo que me dijiste ayer y ahora escucho aún mejor, otra pagina de este periódico que yo no tengo. Tu estabas en la ventana de nuestra habitación. Ven, me dices. Pero ahora: ah, es muy tarde! Muy tarde? Porque ya no hay más luz dentro de este anochecer final del verano, y que ha aparecido en  un instante, sobre tres o cuatro árboles grandes cerca de aquí : un aumento extraordinario en su brillo, de este don que ella es para la tierra? Ah, love, vivamos esta gran tarde, todavía tan luminosa. Es lo mismo que contemplar la darking plain, no es así?    








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