La vida enterrada
La luz fluye, nuestra Guerra de palabras burlonas,
y sin embargo
He de aquí, de lagrimas se humedecen mis ojos!
Siento una tristeza enorme sobre mi rodar.
Si, si sabemos que podemos bromear
Sabemos, sabemos que podemos sonreir!
Pero hay algo en este pecho
A lo que tus ligeras palabras no dan descanso
Y tus alegres sonrisas no son anodinas.
Dame tu mano y calla un rato,
Y vuelve esos ojos límpidos a los míos,
Y déjame leer allí, amor tu alma más límpida.
Pobre de mi es incluso el amor demasiado débil
Para abrir el corazón y dejar que hable?
Son incluso los amantes impotentes para revelar
Que sienten los unos por los otros?
Sabia que la masa de hombres ocultaba
Sus pensamientos por temor a que si se revelaran
Ellos serian cumplidos por otros hombres
Con indiferencia en blanco, o con culpa reprobada
Sabia que vivían y se mudaban
Engañados con disfraces ajenos al resto de los
hombres
Y ajenos a si mismos y sin embargo
El mismo corazón en cada pecho!
Pero nosotros mi amor un hechizo entumecedor?
Nuestros corazones, nuestras voces? También
nosotros debemos ser mudos?
Ay bien por nosotros, si aun nosotros
Incluso por un momento puede liberarse
Nuestro corazón y que nuestros labios se
desencadenen;
Porque lo que los sella ha sido profundamente
ordenado!
El destino, que previó
Que frívolo sería un hombre bebé
Por que distracciones sería poseído,
Como se entregaría a si mismo en cada lucha,
Y casi cambia su propia identidad
Que se mantenga alejado de su juego caprichoso
En su yo genuino, y lo fuerce a obedecer
Incluso en su propia ley a pesar de su ser,
Ordene a través de los profundos recovecos de
nuestro pecho
El rio ignorado de nuestra vida
Siga con indiscernible flujo su camino
Y que no debemos ver
La corriente enterrada y parece
Ser remolino en libertad en la incertidumbre ciega
Aunque conduciendo con él eternamente.
Pero a menudo en las calles más concurridas del
mundo,
Pero a menudo en el fragor de la contienda,
Surge un deseo indecible
Después del conocimiento de nuestra vida sepultada;
Una sed de gastar nuestro fuego y fuerza inquieta
Al rastrear nuestro curso verdadero y original,
Un anhelo de preguntar
En el misterio de este corazón que late
Tan salvaje, tan profundo en nosotros saber
De donde vienen nuestras vidas y adónde van
Y muchos hombres en sus propios pechos ahondan
Pero lo suficientemente profundo ay ninguno nunca
minas.
Y hemos estado en muchas miles de líneas
Y hemos mostrado en cada uno espíritu y poder
Pero apenas lo tenemos, por una pequeña hora
Hemos estado en nuestra propia línea hemos sido
nosotros mismos
Apenas tenía habilidad para pronunciar uno de
todos
Los sentimientos sin nombre que recorren nuestro
pecho
Pero siguen su curso para siempre sin
expresión.
Y durante mucho tiempo tratamos en vano de hablar y
actuar
Nuestro yo oculto y lo que decimos y hacemos
Es elocuente esta bien pero no es verdad!
Y entonces ya no seremos atormentados
Con esfuerzo interior y demanda
De todas las mil nadas de la hora
Su poder estupefaciente
Ah si y nos adormecen a nuestra llamada!
Sin embargo de vez en cuando vaga y triste;
Desde la profundidad subterránea del alma hacia
arriba
Como de una tierra infinitamente lejana
Vienen aires y ecos flotantes y transmiten
Una melancolía en todo nuestro día.
Solo –pero es raro-
Cuando una mano amada se pone en la nuestra
Cuando, hastiado por la prisa y el deslumbramiento
De las horas interminables
Nuestros ojos pueden leer claro en los ojos de
otro,
Cuando nuestro oído ensordecido el mundo
Es acariciado por el tono de una voz amada
Un rayo se dispara hacia atrás en algún lugar de
nuestro pecho
Y un pulso perdido de sentimiento se agita de nuevo
El ojo se hunde hacia adentro y el corazón yace
claro
Y lo que queremos decir lo decimos y lo que
querríamos lo sabemos.
Un hombre se da cuenta de un flujo de su vida,
Y oye su murmullo sinuoso, y él ve
Los prados donde planea el sol la brisa
Y llega una pausa en la carrera caliente
Donde siempre persigue
Esa sombra voladora y escurridiza, descansa.
Un aire de frescura juega en su rostro
Y una inusitada calma invade su pecho.
Luego cree que sabe
Las colinas donde se elevó su vida,
Y el mar por donde va.
The Buried Life
BY MATTHEW ARNOLD
Light flows our war of mocking words, and yet,
Behold, with tears mine eyes are wet!
I feel a nameless sadness o'er me roll.
Yes, yes, we know that we can jest,
We know, we know that we can smile!
But there's a something in this breast,
To which thy light words bring no rest,
And thy gay smiles no anodyne.
Give me thy hand, and hush awhile,
And turn those limpid eyes on mine,
And let me read there, love! thy inmost soul.
Alas! is even love too weak
To unlock the heart, and let it speak?
Are even lovers powerless to reveal
To one another what indeed they feel?
I knew the mass of men conceal'd
Their thoughts, for fear that if reveal'd
They would by other men be met
With blank indifference, or with blame reproved;
I knew they lived and moved
Trick'd in disguises, alien to the rest
Of men, and alien to themselves—and yet
The same heart beats in every human breast!
But we, my love!—doth a like spell benumb
Our hearts, our voices?—must we too be dumb?
Ah! well for us, if even we,
Even for a moment, can get free
Our heart, and have our lips unchain'd;
For that which seals them hath been deep-ordain'd!
Fate, which foresaw
How frivolous a baby man would be—
By what distractions he would be possess'd,
How he would pour himself in every strife,
And well-nigh change his own identity—
That it might keep from his capricious play
His genuine self, and force him to obey
Even in his own despite his being's law,
Bade through the deep recesses of our breast
The unregarded river of our life
Pursue with indiscernible flow its way;
And that we should not see
The buried stream, and seem to be
Eddying at large in blind uncertainty,
Though driving on with it eternally.
But often, in the world's most crowded streets,
But often, in the din of strife,
There rises an unspeakable desire
After the knowledge of our buried life;
A thirst to spend our fire and restless force
In tracking out our true, original course;
A longing to inquire
Into the mystery of this heart which beats
So wild, so deep in us—to know
Whence our lives come and where they go.
And many a man in his own breast then delves,
But deep enough, alas! none ever mines.
And we have been on many thousand lines,
And we have shown, on each, spirit and power;
But hardly have we, for one little hour,
Been on our own line, have we been ourselves—
Hardly had skill to utter one of all
The nameless feelings that course through our
breast,
But they course on for ever unexpress'd.
And long we try in vain to speak and act
Our hidden self, and what we say and do
Is eloquent, is well—but 't is not true!
And then we will no more be rack'd
With inward striving, and demand
Of all the thousand nothings of the hour
Their stupefying power;
Ah yes, and they benumb us at our call!
Yet still, from time to time, vague and forlorn,
From the soul's subterranean depth upborne
As from an infinitely distant land,
Come airs, and floating echoes, and convey
A melancholy into all our day.
Only—but this is rare—
When a belovèd hand is laid in ours,
When, jaded with the rush and glare
Of the interminable hours,
Our eyes can in another's eyes read clear,
When our world-deafen'd ear
Is by the tones of a loved voice caress'd—
A bolt is shot back somewhere in our breast,
And a lost pulse of feeling stirs again.
The eye sinks inward, and the heart lies plain,
And what we mean, we say, and what we would, we
know.
A man becomes aware of his life's flow,
And hears its winding murmur; and he sees
The meadows where it glides, the sun, the breeze.
And there arrives a lull in the hot race
Wherein he doth for ever chase
That flying and elusive shadow, rest.
An air of coolness plays upon his face,
And an unwonted calm pervades his breast.
And then he thinks he knows
The hills where his life rose,
And the sea where it goes.