Jesús en Babilonia parte 4 El pan se ha enmohecido
El pan se ha enmohecido
y los dátiles arrastrados
por el viento;
el hielo se ha resbalado
del mango.
La lana estaba teñida de
rojo pero
el tintorero la tiñó de
negro.
La muerta se ha olvidado su
peine
y el tubo de pintura para
los ojos.
El zapatero muerto ha
olvidado su cuchillo
el carnicero muerto su
helicóptero
y el carpintero muerto su
azuela.
Se puede ahuyentar una
cabra con un grito.
Pero ¿donde esta el hombre
para gritar?
Los ladrillos se amontonan,
los listones se recortan,
y las vigas están listas.
Donde está el constructor?
Ser enterrado en un sudario
de lino
o en una estera de juncos-
pero donde están los
muertos del Diluvio
y donde están los muertos
de Nabucodonosor?
[His mother stepped about her kitchen ...]
His mother stepped about her kitchen,
complaining in a low
voice;
all day his father sat stooped at a sewing
machine.
When he went to high school Webber was in
his class.
Webber lived in a neighborhood where the
houses are set in
lawns with trees beside
the gutters.
The boys who live there, after school,
take their skates and
hockey sticks and play
in the streets until nightfall.
At
around the corner.
First come, first served, and they ran as
fast as they could.
Webber would run up beside him and knock
him against the
wall.
He tried not to mind and thought Webber
would tire of it.
One day he hit Webber’s side; his fist
fell off Webber’s over-
coat. Webber turned
with a glad shout and punched him
as he cowered.
His home was in a neighborhood of
workingmen where there
were few
Jews.
When he came home from school he walked as
quickly as he could,
his head bowed and cap pulled low over his
face.
Once, a few blocks from home, a tall lad
stopped him.
“Are you a Jew? I knock the block off
every Jew I meet.”
“No,” he answered.
“I think you’re a Jew. What’s your name?”
He told him,
glad that his name was not markedly Jewish
and yet foreign
enough to answer for
his looks.
“Where do you live?” He told him and
added, “Come around
any old time and ask
about me.” So he got away.
When he was through high school he worked
in the civil
service as a typist,
taken on until a rush of business was
over.
He took the test for a steady job, but his
standing on the list
was low,
unlikely to be reached for a long time, if
ever before the new list.
Looking for work, he always came upon a
group waiting for
the job.
He was short and weak-looking, and looked
peevish. He could
not get work for
months.
At last an old German storekeeper wanted
to hire him and
asked at what he had
been working. He told him.
“It doesn’t pay me to break you in, if you
are going to leave
me. Have you taken
another civil service test? Are you
waiting for a new
appointment?”
“No,” he answered.
In a few months a letter came to his home
from the civil
service board, asking
him to report for work as a typist, a
permanent
appointment.
There was no hurry, but his father did not
know and so
brought the letter to
the store.
There had been a boy in his class at
school whose name was
Kore.
Kore was short, too, but he had the chest
of an old sailor and
thick, bandy legs. He
shouted when he spoke and was
always laughing.
Kore moved into the block. With Kore he
was not afraid to
stand on the stoop
after work or go walking anywhere.
Once they went to
bathing. It was late at
night and no one else was in.
They went along the beach until they came
to the iron pier the
steamboats dock
at.
Kore boasted that he would swim around the
pier and slid
away into the black
water.
At last the people were gone. The booths
were long darkened.
He waited for Kore at the other side of
the pier, watching the
empty waves
come in.
Su madre dio un paso por su
cocina
Su madre caminó por la cocina
quejándose
en voz baja;
su padre se pasaba todo el
día sentado encorvado
frente a una máquina de
coser.
Cuando él fue a la escuela
secundaria
Weber estaba en su clase.
Weber vivía en un
vecindario donde las casas están ubicadas
en áreas de céspedes y árboles
detrás de las cunetas.
Los chicos que viven allí, después
de la escuela, toman sus skates y sus palos de jockey,
y juegan en la calle hasta
que cae la noche.
A las doce en punto los
chicos salieron corriendo de la escuela
a un comedor a la vuelta de la esquina.
Primeros en llegar,
primeros en ser atendidos y ellos corrieron tan rápido
como pudieron.
Webber corría a su lado y
lo golpeaba contra la pared.
Trató de no importarle y
pensó que Webber se cansaría.
Un día golpeó el costado de
Webber, su puño cayó
en el saco de Webber.
Webber se volvió con un
grito de alegría y le dio un puñetazo mientras él se encogía de miedo.
Su casa estaba en un barrio
de gente trabajadora donde había unos pocos judíos.
Cuando llegó a su casa
desde la escuela, caminó lo más rápido que pudo, su cabeza inclinada y la gorra
caía sobre su rostro.
Una vez a cuadras de su
casa, un muchacho alto lo paró.
Erés judío? Golpeo el
bloque de cada judío que conozco.
No el respondió.
Yo creo que eres judío. Cuál
es tu nombre?
Él le contó contento de que
su nombre no fuera marcadamente judío, y sin embargo, suficiente extranjero
para responder
por su apariencia.
Donde vives? Le dijo y
agregó: Ven en cualquier momento y pregunta por mí. Así que se escapó.
Cuando estaba en la escuela
secundaria trabajó en el servicio civil como mecanógrafo, tomado hasta que se
produjo una oleada de negocios y quedó afuera.
Dio un examen para un
trabajo estable, pero su posición en la lista fue bajo, desafortunado para ser
rico por largo tiempo alguna vez
antes de la nueva lista.
Buscando trabajo siempre se
encontraba con un grupo esperando trabajo.
Era bajo de aspecto débil y
malhumorado. Él podría durante meses no conseguir trabajo.
Por fin un viejo tendero
alemán quiso contratarlo y preguntó en que había estado trabajando. Él le
contó.
A los pocos meses llegó a
su casa una carta del personal civil de la junta de servicio pidiéndole que se
presente a trabajar como mecanógrafo, en una cita permanente.
No tenía prisa pero su padre
no lo sabía, así que trajo la carta a la tienda.
Había un chico en su clase
en la escuela cuyo nombre era Kore.
Kore también era bajo pero
tenía el pecho de un viejo marinero y piernas gruesas y onduladas. Gritó cuando habló estaba riendo.
Kore
entró en el bloque. Con Kore no tenía miedo de pararse en
la escalinata después del trabajo o caminar a cualquier lugar.
Una vez que fueron a Coney
island y Kore quería ir a bañarse. Era tarde en la noche y nadie más estaba.
Fueron a lo largo de la
playa hasta que llegaron al muelle de hierro los botes a vapor atracan en él.
Kore se jactó que nadaría alrededor
del muelle y se deslizó lejos en el agua negra.
Por fin la gente se había
ido. Las cabinas se oscurecieron mucho. Esperó a Kore del otro lado del muelle
observando entrar las olas vacías.